29 oct 2010

AMORES IMPOSIBLES

EL ALISO ENAMORADO DE LA BRISA

Luz de luna, noche clara
escucho la brisa del río
y el croar de las ranas.

Un aliso se estremece
cuando la brisa lo pasa,
y se estremece de amor,
y la brisa no se para.

La brisa es casquivana,
es vehemente, apasionada,
es altiva y es mundana
y pasa junto al aliso
y nunca, jamás, jamás;
le dirige una mirada.
Mirada tierna de amor,
mirada, dulce mirada,
esa mirada que solo,
sólo los enamorados
son capaces de observarlas.

El aliso sigue inquieto,
contempla corre el agua,
de un alegre arroyuelo
que con su risa acompaña,
el volar de las libélulas
y al ruiseñor cuando canta.

Sus hojas miran al sol
que se levanta al alba
y recorre su camino
hasta que la tarde pasa
y llega la noche oscura,
noche de brujas y hadas,
noche; en que sus horas son;
largas, eternas, calladas,…
El aliso en el silencio,
sueña y espera a su amada.

El invierno ha llegado
y con él llegaron juntas;
las nieves y las escarchas.
 

El aliso con el viento ha perdido
su distinción y prestancia,
sus ramas están desnudas

ya carentes de elegancia,
el tiempo ha transcurrido
esperando, esperando
un amor sin esperanza.

El aliso, espera la primavera,
primavera informal,
primavera lenta, tarda,
primaveras demoradas,
que siempre llegan a deshoras,
cuando se la espera, tarda.

Cuando se espera el amor,
el amor que no se alcanza
este demora su entrada,
y su hora siempre aplaza.

Primaveras que no llegan,
que según llegan se escapan.
El aliso en primavera
viste con sus nuevas galas
y espera impaciente, espera,
a esa brisa inalcanzable,
orgullosa y lejana.

Una vez más,
al atardecer y al alba,
la brisa cruza el aliso,
mueve sus hojas de plata
y él espera impaciente,
de la brisa una mirada.

La brisa cruzó de largo,
se olvidó que la esperaban
y retornó a la aurora
cuando el aliso lloraba.
El aliso, llora y llora
porque su amor no lo ama.

Nunca te enamores tú,
de los luceros del alba,
que aman a las estrellas,
ni te enamores, de lunas,

ni de los soles, ni de la brisa que pasa.

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