Miro al cielo en la alborada
contemplo la oscuridad que se escapa,
y entre penachos de nubes
se abre paso otra mañana.
Las nubes se desperezan
y despiertan las montañas,
la vida aún dormida
su melodía acompasa
para adaptarse al día
que asoma entre montañas.
Allá en el soto del bosque
entre tomillos y jaras
ya enmudeció el ruiseñor
y es la alondra la que canta.
Cerca muy cerca de ellos
un arroyuelo que canta
oculto, entre tamujas y zarzas,
va acompañado de árboles
que tienen desnudas ramas.
Canta el agua en su camino,
va buscando nuevas aguas.
El agua del arroyuelo
ríe mientras se desplaza
saltando entre las peñas
y amansan sus claras aguas
cuando llega a un azud
para ver volar libélulas
y oír croar a las ranas.
Hay un verde olivar
con sus ramas adornadas
con perlas negras brillantes,
algunas verdes; otras, incluso moradas.
Se alinean los olivos
cual ejército en la parada.
En las dehesas bastas pardas
las encinas son las reinas
campan siempre a sus anchas.
Las encinas majestuosas,
serenas, bellas, adustas,
impertérritas, sensatas...
En las besanas los trigos
se mecen como los juncos y las cañas,
con las brisas del ocaso
y de la aurora temprana.
Juega la brisa con la mieses
antes de que el sol aplana.
Los montes esos montes regios
se visten de con oro y plata,
son el reino de la caza
y su vigía es el águila.
Montes;donde brota alegre el agua.
Las riberas de tus ríos
fértiles vegas sembradas
cambian el oro del cereal
por el verde de la huerta,
verde color de esperanza.
Pueblos blancos y pequeños
por campos se desparraman
y sus caseríos humildes
al cielo miran con calma
esperando tiempos nuevos
que les traigan la ilusión
por el vivir el mañana.
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