12 mar 2011

NOSTALGIAS DE PRIMAVERA

COMO SIEMPRE A DESTIEMPO.

He oído cantar despierto a los pardos ruiseñores
en la ribera de río entre mimbrales y alisos,
junto a los molinos muertos.
Molinos que ya no muelen. Molinos, mudos y quietos.
Ya no gira aquella piedra que es imán de los sueños,
ni acompaña el trabajo con su cantar lastimero.
Cantar que evoca recuerdos.

El agua sigue su curso ajena a los
desamores
de una linda muchacha que por ti bebe los vientos.

Y la tarde ya decae, el sol despacio se esconde,
los estorninos retornan a las encinas y robles
que los protege del viento. El frío viento del norte.

Que la luna hoy no venga. ¡Madre!
Que no venga hoy la luna.
Que no quiero que me muestre
sus ojos de picarona,
ni su sonrisa indolente.
Que quiero salir de noche
y que la noche me encuentre
bajo luz de una farola. Luz que tiene,
que tiene un mirar ardiente.

He oído cantar despierto el canto de las alondras
en los páramos abiertos y el susurrar de los vientos
tocando el arpa del tiempo en esas desnudas ramas
de un olmo de la ribera que está soñando despierto.
Sueña con su enamorada, la primavera,
que llega siempre a destiempo.
Y el jilguero ya ha colgado su nido
entre los brotes más tiernos,
de aquel florido almendro,
que no esperó primaveras,
por llegar siempre a destiempo.

He oído cantar despierto,
el canto de un jilguero
entre la flor del almendro.

Un molino que su piedra está muda,
mimbres y alisos de ribera; espesuras,
donde el ruiseñor es ajeno,
de las encinas y robles los estorninos se fueron,
la luna salió esta noche y espió algún te quiero,
los páramos y los barbechos se quedaron solitarios,
pues las alondras se fueron.

La primavera llegó tarde, tarde,
como siempre; muy a destiempo.

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