...TANTO Y TANTO AMO.
Siento
sobre mi pecho
la
angustia en la que vivimos,
el
miedo que no expresamos,
pero
que tanto sentimos
y
los potentes latidos
de
un corazón alterado
por
lo que somos
y
por lo que ahora sentimos.
Los
días son dilatados,
las
horas son, como días
y
los días meses son:
y
los meses son ahora,
años
que nunca terminan.
Años
que carecen de estaciones,
son
tiempos
en
que la vida, no es vida.
En
esta celda encerrado
que
carece de barrotes,
que
no tiene cerradura.
Que
su trinquete es el miedo
y
temor a lo que no conocemos,
a
la palabra contagio,
y a
las palabras de muerte.
Las
noches son casi eternas
y
en su penumbra despierto,
dejo
mi puerta abierta
y
mi ventana despierta
por
ver si por su rendija,
se
cuela la claridad de la aurora
que
anuncia la primavera
y
la vida que retorna
y
se renueva.
Mi
encierro, tu encierro,
nuestro
encierro voluntario
o
quizás obligatorio pero
nunca
aceptado.
Un
encierro sin dolencia,
un
dolor que es el temor,
el
miedo a perderlo todo,
el
tenerte a ti tan lejos,
el
no poder darte un beso,
a
no acariciar tu cuerpo.
No,
no puedo luchar con él,
no
sé dónde él se esconde
ni
como podré vencerle
a
este enemigo indolente.
Siento
yo la soledad
aunque
esté acompañado,
siento
a mis hijos lejanos,
a
mis amigos extraños.
Extraño
no poder dar besos,
ni
saludar,
con
un apretón de manos
ni
dar un abrazo al que quiero,
como
estoy acostumbrado.
Estoy
bien, pero extraño al mudo
que
tanto y tanto amo.
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