DOS MIL VEINTE
Jueves
Santo,
las
calles vacías,
cerradas
las iglesias,
no
huele a incienso
ni
tampoco a cera,
y
en esos balcones
cuelgan
solitarios
los
lindos claveles
que
están que revientan
esta
primavera.
Mudas
están las calles
de,
sentidas saetas.
Los
fieles desde sus luceras
contemplan
las calles vacías,
el
silencio camina por ellas
y
va acompañado
de
una fe profunda
y
una gran tristeza.
No
se ven los pasos
hacer
penitencia,
ni
a los nazarenos
portando
sus cruces
arrastrar
cadenas
llenando
el ambiente
con
olor a incienso
humo
de las velas
y
el cante roto
de
una saeta que
rompen
los silencios
en
las noches estas.
No
se escucha el mazo
golpear
la pieza,
ni
al capataz gritar
¡Vamos,
vamos muchachos!
¡Arriba,
al cielo!
¡Al
cielo con ella!
Qué
triste está
mi
Andalucía
en
esta semana
de
fe y penitencia.
Sevilla
se siente,
se
siente muy triste.
Muy
huérfana está
mi
España entera.
El
Cachorro triste
muy
solo en su iglesia
y
la Macarena llorando,
llorando
su pena
sin
que nadie pueda
consolarla
a Ella.
El
Puente Triana
esperando
queda.
Qué
triste está
mi
Sevilla,
el
silencio en sus calles impera
por
las calles de mi Andalucía
esta
primavera,
no
se escucharán
las
tristes saetas
Llorando
está
mi
España entera.
La
gente en sus casas
cerradas
las puertas
iglesias
vacías
no
hay fieles en ellas
y
todos sus santos
encerrados
quedan.
Mañana
quizás
cuando
esto pase
y
se abran todas esas puertas,
quizás,
si quizás,
tengamos
en cuenta
que
somos los culpables
de
esta pandemia
por
vivir de espaldas
a
la Naturaleza.
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