28 ago 2020

EL VIEJO HAYEDO TRASMOCHO...

... DE OTZARRETA.

He escuchado al silencio pasear 
entre las hojas secas del suelo 
de las viejas y trasmochas hayas, 
de la olvidada arboleda, 
donde se escucha 
el susurrar de los vientos y el cantar
del humilde arroyuelo 
que cruza este viejo hayedo 
en busca de su sendero que quizás
un día encuentre encerrado en su silencio.

Es en él, en el hayedo, es tal el silencio  
Ya no se oye el cantar 
de las afiladas hachas 
al morder con toda su rabia 
la madera que talar 
para calentar mí hogar 
del otoño, a la dulce primavera.

En los senderos del monte 
entre el barro y las piedras 
no se escucha, ese murmullo estridente 
de las desquiciadas ruedas de las carretas 
que dejaban hondas huellas 
en los angostos senderos 
mientras bajaban las ramas
de las hayas quejumbrosas 
que quedaban en los montes
solas, tristes y llorosas 
sin que nadie, con ellas nunca jamás 
compartieran esas penas
de sus ingratos trasmoches.

Las heridas cicatrizan con el tiempo, 
pero nunca llegan a desaparecer, 
aunque junto a ellas nazcan 
unos retoños muy fuertes 
que erecto suben al cielo 
en busca, de los consuelos que el cielo siempre esconde.

Pero las hayas olvidan 
y miran siempre al cielo 
en busca de la sonrisa, 
en busca de las acaricias del sol 
en sus hojas, de tan fino terciopelo.

La lluvia del otoño, 
siempre bendice al hayedo 
y alimenta el arroyuelo 
que hiende su negro suelo 
serpenteando el hayedo 
va en busca de un consuelo
que nunca logra tener.

El viejo hayedo hoy duerme, 
tranquilo y sin temores, 
esperando que lleguen las estaciones 

donde se cumple sus ciclos, 
de nacer, crecer, vivir 
y ya de viejo morir 
sin tener que soportar a la cruel segur 
que viene siempre a talar
a morder, herir, matar, y por ultimo arder 

que también es morir.

El arroyuelo tranquilo 
va superando meandros 
y los troncos de las hayas van rezando 
para cumplir lo hablado. 

Los senderos se olvidaron con el tiempo 
de las carretas, de su estridente ruido
y del horror de las huellas dejadas 
en su solera horadada, hoy por el tiempo curadas.   

El hayedo hoy vive y sueña tranquilo 
con el viento, el sol, el río 
y el silencio que en él se quedó dormido.


 

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