6 ago 2020

MIRANDO A MI...

...INTERIOR. (La soledad del páramo)

Camino por los páramos solitarios, 

contemplo en sus claros cielos 

las nubes y el volar de los solitarios cuervos, 

sus vuelos son cortos, ruidosos, rastreros. 

Contemplo la belleza de las flores 

de los denostados cardos 

que crecen al borde de los senderos 

por donde guío mis pasos

carentes de derroteros.

 

El horizonte ante mí se abre infinito

dilatado en el espacio y en el tiempo, 

solitario, desafiante, orgulloso, 

arrogante, amenazador y fiero. 

 

El desamparado páramo constriñe 

mi corazón, 

me dice lo vulnerable que soy, 

me hace ver la realidad, 

la realidad de quien soy yo. 

Soy tan solo el diente de un piñón 

de ese enorme engranaje 

que mueve este motor 

tan simple y a la vez inalcanzable

para nuestra comprensión.

Mi mundo interior, mí yo.

 

A lo lejos un arbusto solitario, 

que parece a la vez abandonado 

a su suerte y ser rey de su prisión. 

Me muestra su humilde sombra 

y me ofrece su protección.

Sus cuatro ramas que usan 

los pájaros para posarse 

no pueden colgar en ellas sus nidos 

no tienen, para ello condición.

Él es el rey de la inmensidad 

de la soledad del páramo, 

se muestra ante todos

desde cualquier posición.

 

Mis pasos me van llevando 

por este vasto horizonte, 

mis pensamientos vagando 

perdidos, sin saber dónde.

La grandeza, el horizonte 

donde las almas se muestran 

en su total transparencia 

porqué no hay donde ocultarse

ni mentirse a ellas mismas

pues en esta inmensidad 

las cosas son tan sencillas

que se ve la realidad 

donde quiera que se mira.


El páramo es la soledad,

la soledad de la vida

donde nadie,

nadie se puede ocultar

ni usar ese horrible antifaz

que es; el querer aparentar,

odiosa hipocresía. 

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