...INTERIOR. (La soledad del páramo)
Camino por los
páramos solitarios,
contemplo en
sus claros cielos
las nubes y el
volar de los solitarios cuervos,
sus vuelos son
cortos, ruidosos, rastreros.
Contemplo la
belleza de las flores
de los
denostados cardos
que crecen al
borde de los senderos
por donde guío
mis pasos
carentes de
derroteros.
El horizonte
ante mí se abre infinito
dilatado en el
espacio y en el tiempo,
solitario, desafiante, orgulloso,
arrogante, amenazador y fiero.
El desamparado páramo constriñe
mi corazón,
me dice lo
vulnerable que soy,
me hace ver la realidad,
la realidad de quien soy yo.
Soy tan solo el
diente de un piñón
de ese enorme engranaje
que mueve este motor
tan simple y
a la vez inalcanzable
para nuestra
comprensión.
Mi mundo interior, mí yo.
A lo lejos un
arbusto solitario,
que parece a la vez abandonado
a su suerte y ser rey de su prisión.
Me muestra su
humilde sombra
y me ofrece su protección.
Sus cuatro
ramas que usan
los pájaros para posarse
no pueden colgar en ellas sus nidos
no tienen, para ello
condición.
Él es el rey de
la inmensidad
de la soledad del páramo,
se muestra ante todos
desde cualquier posición.
Mis pasos me van llevando
por este vasto horizonte,
mis pensamientos vagando
perdidos, sin saber dónde.
La grandeza,
el horizonte
donde las almas
se muestran
en su total
transparencia
porqué no hay
donde ocultarse
ni mentirse a
ellas mismas
pues en esta inmensidad
las cosas son tan sencillas
que se ve la realidad
donde quiera que se mira.
El páramo es la
soledad,
la soledad de
la vida
donde nadie,
nadie se puede ocultar
ni usar ese horrible antifaz
que es; el querer
aparentar,
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