8 dic 2020

NOCHES DE VERANO

EN EL CAMPO DE MI EXTREMADURA.

La oscuridad de la noche
cubre con su denso manto
el campo abierto y desnudo,
silencioso e inquietante. 

Vacío y enigmático está

la noche y su espacio

siempre es misterioso 

arcano, desafiante...

 

En el silencio se escucha 

el quejido inquietante 

de esa vieja lechuza 

que en una estrecha fisura

del pétreo y arcano puente 

tiene su nido escondido

alejado de las gentes. 

Oigo el lamento del cárabo 

posado en el viejo olivo

que mi espíritu estremece.

 

Contemplo yo las estrellas 

tumbado en el verde prado
y las veo yo rilar,

como las hojas del chopo

que no dejan de temblar,

cascabelero ideal.

 

Qué bonitas son las noches 

de este agosto estival 

en el silencio del campo 

y sin luz artificial 

que ensombrece y marchita 

la linda bóveda estelar.

 

Junto al arroyo tranquilo 

que a su corriente acompaña 

la brisa con su sigilo 

para refrescar sus aguas.

Yo me quedo cada noche 

dormido sobre la hierba, 

contemplado las estrellas 

escuchando los sonidos 

de los campos y las dehesas 

y si escucho con esmero 

en el silencio descubro, 

el vuelo del enigmático búho 

tan sutil y tan certero 

que es dueño del sigilo 

y el más experto arquero.

 

El arroyo a mí me mece
y me canta una nana
que mis sentidos adormecen.
La brisa, fiel compañera del agua
refresca siempre el ambiente
y duermo siempre soñando
con el silencio del campo,
con su murmullo silente
con sus muchos vecindarios, 

ciudadanos, pobladores

de este habita casi ausente.

Y las estrellas rilando

siempre se duermen mirando

hacia la tierra que envidian

de sus lindas maravillas

por sus intensos colores 

por sus árboles y sus flores

y sus arroyos cantores.

 

Me despierto muy temprano

con el frescor de la aurora

y el canto de los jilgueros

y las alegres alondras

que anuncian un nuevo día 

y son las madrugadoras 

que enciende la luz del día

en esta tierra que adoran. 

La linda Extremadura, la tierra mía.



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