EN EL CAMPO DE MI EXTREMADURA.
La oscuridad de la noche
cubre con su denso manto
el campo abierto y desnudo,
silencioso e inquietante.
Vacío y enigmático está
la noche y su espacio
siempre es misterioso
arcano, desafiante...
En el silencio se escucha
el quejido inquietante
de esa vieja lechuza
que en una estrecha fisura
del pétreo y arcano puente
tiene su nido escondido
alejado de las gentes.
Oigo el lamento del cárabo
posado en el viejo olivo
que mi espíritu estremece.
Contemplo yo las estrellas
tumbado en el verde prado
y las veo yo rilar,
como las hojas del chopo
que no dejan de temblar,
cascabelero ideal.
Qué bonitas son las noches
de este agosto estival
en el silencio del campo
y sin luz artificial
que ensombrece y marchita
la linda bóveda estelar.
Junto al arroyo tranquilo
que a su corriente acompaña
la brisa con su sigilo
para refrescar sus aguas.
Yo me quedo cada noche
dormido sobre la
hierba,
contemplado las estrellas
escuchando los sonidos
de los campos y las dehesas
y si escucho con esmero
en el silencio descubro,
el vuelo del enigmático búho
tan sutil y tan certero
que es dueño del sigilo
y el más experto arquero.
El arroyo a mí me mece
y me canta una nana
que mis sentidos adormecen.
La brisa, fiel compañera del agua
refresca siempre el ambiente
y duermo siempre soñando
con el silencio del campo,
con su murmullo silente
con sus muchos vecindarios,
ciudadanos, pobladores
de este habita casi ausente.
Y las estrellas rilando
siempre se duermen mirando
hacia la tierra que envidian
de sus lindas maravillas
por sus intensos colores
por sus árboles y sus flores
y sus arroyos cantores.
Me despierto muy temprano
con el frescor de la aurora
y el canto de los jilgueros
y las alegres alondras
que anuncian un nuevo día
y son las madrugadoras
que enciende la luz del día
en esta tierra que adoran.
La linda Extremadura, la tierra mía.
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