Hola hijo;
una tarde más me
gustaría
contigo yo poder hablar
aunque yo no tenga
de ti, ninguna respuesta.
Yo sé que me oyes,
que tú a mí me
hablas,
y que me aconsejas,
que siempre respondes,
que nunca conmigo
tú jamás te enojas.
Que tú siempre estás
de mi cerca, muy cerca,
y que me proteges
y me
infunde fuerzas.
El tiempo pasa y el silencio
impera.
Yo hago preguntas al silencio
y nunca jamás del silencio obtengo
ninguna respuesta.
Me gustaría encontrarte,
como las tardes aquellas
en la que quedábamos
para vernos, para hablarnos,
para contarnos los sueños
y también algunos problemas,
y entre todos hacer
que todo aquello solución tuviera.
Felices volvíamos a nuestra
casa,
contentos de que feliz tú fueras.
Cuanto nos gustaba la rutina aquella.
El tiempo pasa sin darnos
jamás un instante, una
tregua.
El destino está escrito
y de él no podemos cambiar,
una simple coma.
Pronto hará cinco meses
de que tú partieras
y ese vacío ya nadie lo llena.
Ante nuestro futuro se abre
una enorme grieta
que solo podremos salvarla
con nuestro cariño,
con nuestra paciencia
y con tus recuerdos
que nos dan las fuerzas.
Dejemos que el tiempo pase,
que siga sin detener su rueda
que con él se lleve
penas
y tristezas.
El silencio que hoy
a todos nos rodea
vencerlo podremos
con nuestro cariño,
con nuestra firmeza
y con tus recuerdos
de los que emana las fuerzas.
Hablamos de ti siempre en presente
porque no te vemos
y todos sabemos que no estas ausente.
Tú siempre, siempre estás y estarás;
presente, presente.
Que paz yo encuentro cuando yo te
hablo
y tú me respondes aunque estés callado.
Tú siempre me hablas, me hablas en sueño
cuando yo te abrazo, cuando yo te tengo
y estas a mi lado. Junto a mi te siento.