Cuando yo era un niño y vivía en mi pueblo con mis padres. Recuerdo que en mi calle vivían varias familias que a pesar de las muchas calamidades que pasaban (eran años de mucha miseria) ellos se comportaban, como una sola familia. Se ayudaban mutuamente, compartían lo poco que poseían, lloraban y reían juntos, y por las noches al finalizar las duras faenas del día, se sentaban en la calle para contarse sus penas y alegrías. Con ello pretendían hacer más fácil aquella dura vida.
Recuerdo a todos y cada uno de aquellos matrimonios. Hoy ya muchos al igual que mis padres han fallecido, otros aún viven pero ya son muy mayores.
Un día que volví a mi pueblo, llegó a mis manos un libro de poesías escrito por una de esas personas. Escrito, por la señora Julia. Tuve la suerte de hablar largo y tendido con ella. Los dos disfrutamos de aquella larga y amena conversación en la que hicimos un repaso aquellos años. A ella le dedique estos sencillos versos que intentan retratar lo más fielmente a la señora Julia. Sean ellos, un homenaje a todos los vecinos de mis padres.
SEÑORA JULIA
Serena, con su pelo recogido
en un moño muy discreto,
camina sin hacer ruido,
va enfrascada en sus recuerdos.
Mujer callada y sencilla,
transparente, como el cielo,
amante de su familia
y temerosa del Cielo.
Todas las tardes camina
hacia la iglesia del pueblo.
Camina; con la cabeza bajada
va ensimismada en sus rezos.
Reza por todos sus hijos
y por su marido muerto.
Ora por la paz del mundo,
porque hombre y mujeres
se tengan amor sincero.
Señora Julia:
Mujer del campo extremeño
dura y fuerte cual encina,
austera es, como el fresno,
a la vez sencilla y bella
cuál es la flor del cerezo.
Amante y fiel esposa,
fue de su marido el sustento,
siempre en un segundo plano,
siempre en un lugar discreto.
Madre es de muchos hijos,
abuela de varios nietos.
Para todos; su consejera y amiga,
es la que vela sus sueños.
Ahora en su madurez tranquila,
en el hogar reposado,
se sienta ante un cuaderno
y en él plasma sus vivencias,
la historia de sus recuerdos.
Y esos recuerdos que fueron,
guardados con tanto celo,
los renglones van llenando,
como de estrellas el cielo
cuando se pone el sol
y se va oscureciendo.
Y esos recuerdos escritos,
se van, uno a uno uniendo,
como cuentas de un rosario,
formando versos tan bellos,
que es un placer el rezarlos
en soledad y en silencio.
Señora Julia:
Que a usted la guarde el cielo.
Cuantos hombres y mujeres
deberían de mirarse,
en su vida y en sus versos.
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