26 nov 2006

XX CERTAMEN DE POESIA PUCELA 2006

Queridos amigos: Este Noviembre ha venido cargado de gratas noticias. Ayer día 25 recogí de manos de la señora/ita concejala de cultura de Baracaldo Ana Belén el primer premio del XX Certamen de Poesía Pácela 2006. (El año pasado nos acompañó el Señor alcalde de Valladolid y el Señor alcalde de Baracaldo). Este último nos acompañó un momento, pero por razones de agenda no pudo quedarse. El acto aunque sencillo estuvo cargado de emotividad y fue muy ameno. 
Recibiendo la placa conmemorativa de la Señora Concejala de cultura de Barakaldo.
Mostrando la placa conmemorativa.
A continuación el poema ganador. (Sabéis que el tema del mismo, siempre debe ser sobre Valladolid – Pucela, sus pueblos, ciudades, etc.)
 
AHORA HE VUELTO A PUCELA.
(El hijo ausente)

 
Sentimientos:
Ahora escribo a Pucela, como se escribe a la vida,
porque Pucela es tierra y esta tierra es la mía.
Valladolid es mi vida, una vida que me espera.
Pucela es la tierra donde moran las querencias
de aquellos que emigramos allende de sus fronteras.
Sueños:
La nieve cae lentamente sobre tus campos,
la lluvia va humedeciendo tus tierra,
mi sienes va plateando y yo sueño con Pucela.
Tus pueblos son esos tarros que guardan viejas esencias,
aromas que me traen recuerdos de una infancia que se fuera.
Aromas, fragancias, esencias;
de una niñez muy lejana
vivida en la tierra castellana,
en mí tierra pucelana,
en Valladolid; Mi tierra.
Mi infancia recordada, mi juventud añorada,
mí madurez ya pasada en una lejana tierra.
¿Y mí vejez? ¿Dónde la viviré yo?
Yo que vivo la impaciencia esperando ese día.
El día en que yo a ti vuelva; para recorrer tus campos,
para soñar en mí tierra,
para ver cómo le abres al hijo ausente la puerta.

Añoranzas:
Lluvia, nieve; viento, niebla,
que lento van los inviernos caminando por mí tierra.
Que rápida mi vejez; como galope de yegua.
Lluvia, niebla; bruma y sol,
ese sol que empreña tierras cuando llegan primaveras.
Primaveras olvidadas, primaveras añoradas,
esplendores de Pucela.
Sol, calor, sol del estío, que dormita en la estepa.
Sol que maduras el trigo, sol que resecas la tierra.
Sol, sol de mi ocaso, por qué demoras tu vuelta.
El ocaso es la vejez que no demora la espera,
mi crepúsculo se acerca.
Quiero de nuevo volver a ti mi linda Pucela,
para recorrer tus campos, para ver yo tus riberas,
para contemplar tus cielos siempre azules;
siempre sembrados de estrellas.
Cielo azul sobre tus pueblos,
cielo azul en la meseta,
cielo azul en esas noches,
cielo azul que a mí me espera.
Cuánto me gustaba a mí, ir por la noche a la era
y contemplar ese cielo todo cubierto de estrellas.
Cielo azul, de las noches de Pucela.
El retorno a Pucela:
Va caminando un anciano, un anciano por su tierra,
con la mirada en el cielo va soñando primaveras.
Va recorriendo tus calles, pueblo en el que naciera.
todo en él es extraño; calles, casas, plazas nuevas.
Se siente cual peregrino, un extraño, en el lugar que naciera.
Sus pasos lo van guiando sin que él se dé ni cuenta.
Sus pies lo van llevando a la Casa del Silencio
donde todo el mundo entra y en mármoles tersos lee;
nombres que él sí recuerda.
Dos lágrimas rebeldes fugan de aquellas hundidas cuencas.
Dos lágrimas que no llegaron al suelo, se enredaron en el aire.
La brisa juega con ellas entre cruces y estelas.
Reproches:
Valladolid; tú eras mí vida cuando yo un día me fuera.
Ahora no te reconozco. Yo; no conozco mí tierra.
Me fui muy lejos, muy lejos, marché;
allende de tus fronteras llevándote en mí pecho,
Valladolid - Pucela.
Nunca te pude olvidar y donde quiera que fui,
fundé yo otra Pucela y en ella puse un altar con recuerdos de mí tierra.
Siempre soñé con volver. Volver de nuevo Pucela.
Hoy me siento un extraño, me siento extraño en mí tierra.
Valladolid; un extraño en ti, Pucela.
Un mañana sin ayer, un ayer; sin un mañana quisiera.
Un extraño en mí pueblo, un extraño en mí tierra.
Una desilusión al volver, un corazón roto,
una quebrada ilusión, o quizás una quimera.
Valladolid, me sentí envejecer allende de tus fronteras
y siempre soñé en volver. Volver un día a mí tierra.
Tierra llana, cielo azul, lluvia, niebla, campos verdes,
ríos, pinares y sierra.
Cuánto soñé en volver a Valladolid, a ti, mí deseada tierra.
Por qué cambiaste tanto, mí añorada Pucela.
Epílogo:
De nuevo se reencontraron el hijo ausente y su tierra.
De nuevo se reencontraron y se contaron sus penas.
Valladolid; nunca más yo me iré a otra lejana tierra.
Llevaré en mí corazón la tierra que me acogiera.
Tierra que siempre fue, la patria con que uno sueña.
Mi corazón te recordaba igual que el día en que partiera.
Los dos hemos envejecido. Tú por dentro; yo por dentro y por fuera.
¡Cuánto, has cambiado, mí Valladolid - Pucela!

Nota: Estos sencillos versos, solo intentan reflejar los sentimientos de aquellos que buscando una vida mejor tuvimos que abandonar el pueblo en que nacimos y ahora, cuando ya nuestra vida laboral ha finalizado e intentamos volver al pueblo que nos vio nacer y del que nunca nos hemos olvidado, nos damos cuenta de que ese pueblo ya no existe, que es otro, que ya no están las personas que conocimos, que no conocemos a casi nadie. Solamente en la Casa del Silencio (El cementerio) es donde encontramos escritos nombres de aquellas personas que recordamos. En definitiva, nos sentimos unos extraños en nuestro pueblo.

2 comentarios:

Monica Conde dijo...

Zorionak!, te animo a escribir un libro. Musus.

Rodriguezrodri dijo...

Por ahora me conformaré con escribir relatos cortos que me permitan hacer otras cosas.
Gracias.