24 feb 2009

REFLEXIÓN


Reflexión: A todos mis amigos que siente amor por los montes con sus senderos, sus bosques, su arroyo, sus moradores y sus cimas, estén limpias u ocupadas por artilugios. Hoy cuando habría camino hacia la cima del Untzueta (766m) entre los pinos, muchos de los cuales caído y cruzados en el camino. Pinos que han sido abatidos por la fuerza de los vientos de días a atrás, pensaba en lo hermosa que es la Naturaleza y en lo mucho que nos ofrecía a los seres humanos. Al mismo tiempo sentía vergüenza ajena de lo desagradecido que somos.
Pensaba en el sábado pasado cuando caminábamos en los alrededores de Dima con su paisaje maravilloso en el que se alterna los prados con los caseríos, los bosques y las altas peñas. Pensaba en los senderos destrozados para enterrar los tubos del gaseoducto, en los árboles abatidos por el hacha, cosa que duele pero a la vez necesaria para proveernos de madera para hacer muebles, papel, fuego, etc. Pero deberíamos intentar dejar el bosque tal como lo encontramos, o al menos, que no se note mucho la intrusión de la mano del hombre. (El gaseoducto tiene abierto kilómetros y kilómetros de zanja de una buena profundidad desde hace muchos meses). Este sábado, el día era maravilloso, el sol casi radiante, su luz llenaba el paisaje de una claridad y un color que hacía mucho que no disfrutábamos. Yo me afanaba por intentar descubrir entre la espesura alguno de los habitantes del bosque, pero me fue imposible. El murmullo de las voces de mis compañeros de camino hacia imposible sorprender a los habitantes de la espesura. Pero no me importaba, ya que también al mirar hacia atrás observaba a mis amigos en animada conversación y comprendí que esto, también formaba parte del paisaje y es un buen escenario para relacionarse entre sí las personas, serenamente sin el stress, sin ruido que dificulte la comunicación, sin los peligros de los coches de la ciudad, sin....
Volviendo al día de hoy. Hoy era un día gris, el bosque era tupido, yo diría que casi primitivo, parecía que el ser humano se había olvidado de este sendero desde hacía mucho tiempo y sin embargo el ser humano estaba presente casi a cada paso. Su presencia estaba confirmada por los residuos en forma de latas de refrescos y de combustibles, por las cintas de plástico colgadas de las ramas que habían dejado abandonadas a lo largo del sendero.
La tristeza del día envolvía al bosque de pino y de eucaliptos de ese halo de misterio que hace que la espesura tenga esa impronta especial que tanto me gusta a mí personalmente. Ya muy cerca de la cima, cuando esta se hace presente al caminante, la vi envuelta por una capa de sutil niebla que ocultaba sus feas antenas y que me hizo albergar la ilusión por un momento de que las hubiesen desmontado. Pobre iluso.
Seguí caminando seguido por mis amigos, en una curva del sendero cerca de la cima los cuadros eléctrico de alimentación de los equipos de las antenas, se encontraban abiertos con todas sus tripas al aire, sus puertas estaban tiradas por el suelo el aspecto era tal, que más parecía un cuarto de energía de un pabellón abandonado en cualquier polígono, que un sendero del monte. Lo mismo o parecido ocurre con las casetas que albergan los equipos de transmisión de las antenas que están asentadas en la cima.
Los pocos indicios que quedan de lo que debieron ser los cimientos de las paredes del castillo que coronaba esta cumbre apenas se hacen presente dado el poco espacio que dejan libre los artilugios montados en la misma. Tanto es así, que el caminante debe hacer equilibrio para poder sentarse en lo más alto de esta emblemática cima
Yo, mientras contemplaba el valle a través de la sutil niebla, sentía pena por los buitres y las águilas, señores que son de las altas cimas y que lo fueron de esta en su inicio a los cuales se la arrebatamos sin que nada pudiesen hacer.
SERENOS...

Serenos, los valles duermen tranquilos
entre los montes sus naturales abrigos.
Serenos, los ríos que corren contentos
caminando paso a paso hacia el destino.
Serenas, las nubes que se han dormido
en las cimas de las montañas
entre sus peñas y riscos.

Sereno el sol, nuestro amigo
nunca se agita por nada,
siempre él está tranquilo
marca las horas pausado,
las horas de mí destino.

Tú caminante sube sereno
y contempla el infinito,
nunca te pares por nada,
nunca olvides tu destino.
Tu meta es hender los bosques,
y hollar los solitarios caminos,
y visitar las montañas.
Las cimas son tu destino.

Serenos son nuestros montes,
duermen soñando tranquilos
siempre están a la espera
del caminante su amigo.
La serenidad es eso
que llevamos escondido,
que algunos la enseñamos
y otros la han escondido.

Serenos son nuestros montes,
serenos el sol y el río.
Serenos son nuestros bosques
en las laderas dormidos.
Serenos son los recodos,
los recodos del camino
enigmas de los senderos,
que son para el caminante
su destino escondido.

Serenos los caminantes,
serenos el viento y el frío.
Serenos son los senderos
que con paciencia esperan
días, años, lustros, siglos...

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