31 may 2012

TARDE DE TEDIO Y CRISTAL

 
TARDE DE CRISTAL
He contemplado la tarde a través de un cristal, 
son las horas de un reloj que pasan y pasan
horas que casi nunca, nunca nos paramos a mirar.

Era una tarde de enero, una tarde de frío invierno glaciar, 
los vidrios de mis ventanas lloran, lloraban sin descansar 
y la calle que ellos me mostraban, 
vacía, solitaria, pavimento de cristal, 
sus farolas con su luz mortecina sin más, 
los árboles de la alameda fantasmagóricos sensación espectral, 
en la esquina bajo el alero una pareja que habla, 
enfadada ella parece estar, él le acaricia su cara y la quiere consolar. 

La tarde se va marchando y se adueña de todo la oscuridad. 
Mi calle está vacía, la lluvia caía, frío, niebla, 
todos y cada uno de ellos caminan muy juntitos y a la par.

Tedio, quizás cansancio, tal vez aburrimiento, quizás impasibilidad 
un reloj que da las horas sin tenerlas porque dar, 
una mesa solitaria en su lugar, en ella un libro abierto que bostezando está, 
junto al libro un vaso, un vaso a medio llenar y un cuaderno y un bolígrafo 
y en sus renglones hay escritos versos, versos que les falta de enlazar.

Versos libres sin ataduras, versos sin cuentas que dar, 
versos que llenan las hojas de los cuadernos, 
que hablan, sin tener mensaje alguno que dar, 
versos libres que para casi todo sirven 
y casi nunca tienen una utilidad. Si les preguntas, 
ellos te contestan, más no saben de qué hablar, 
son versos dispersados, sin señas de identidad. 
Versos garabateados sobre un cuaderno al azar. 
Se escribieron una tarde de invierno 
que pasaba lentamente, una tarde sin final, 
una larga tarde, una eternidad.

Me gustaría ser ese verso que no tiene de que hablar, 
un verso por si no es nada, solo la casualidad, 
un verso sin el siguiente nada él puede narrar. 
Podrá ser una linda metáfora, 
mas si solo son palabras colocadas al azar, 
sino llevan un mensaje que el lector pueda alcanzar, 
solo son vanas palabras que sirven para adornar 
las hojas de un cuaderno que se escribieron sin más.

Mi cuaderno está abierto, sus hojas manchadas están, 
son palabras ensartadas que nada saben contar.
Hoy mi musa no ha venido y aunque la llamo, y la espero 
no me quiere visitar. 
Mientras espero que llegue yo me pongo a contemplar, 
mi calle vacía, la lluvia caída, asfalto de fino cristal en la oscuridad, 
parejas que pasean y sin rumbo van, 
no importa el destino si juntos están. 

Mis versos escritos no sirven de nada, 
carecen de nexo para que ellos puedan 
por si mismos hablar.
La calle vacía la lluvia caía, la niebla la tenía la calle ocupada, 
farolas lucían su luz blanquecina daban a la calle la melancolía 
también la poesía que tienen las tardes de invierno y la oscuridad.

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