29 nov 2012

ROMANCE DE UN VERANO


MANUELA Y JOSÉ

No existe ese camino que no llegue a un lugar, 
ni existe un joven en el mundo que no sueñe con amar.
El amor es intangible, es sublime, es global, 
el amor no se interrumpe, es real e irreal, 
el amor no se detiene no se le puede parar 
y por mucho que lo intentes no lo podrás dominar, 
el amor nunca, nunca desaparecerá; jamás, jamás.

Yo observe hace tiempo como nació un amor 
que perduró en el tiempo y nunca envejeció.
 Era un amor desigual entre las clases sociales
entre la bella hija del amo y el hijo del caporal.

Ella Manuela una linda joven de melena ondulada, 
de cara tersa y redonda como es una manzana, 
ojos azules turquesa como el agua de la mar 
y de sonrisa tan dulce como el tintinear 
de la brisa de la tarde en las caracolas del mar.

Él José, un joven esbelto y bien formado 
cabello negro azabache caprichoso ensortijado, 
de tez oscura y curtida por el viento y el rey astro, 
ojos negros muy profundos y a la vez muy avispados, 
joven resuelto y bragado, hijo del valle y la sierra 
por los vientos apadrinado, por las nubes protegido 
y por el cielo celado. Domina los puras sangres
como si fuese un centauro y no hay res que a él no acuda 
cuando entra en la dehesa o bien se acerca a los prados.

El joven nació en la hacienda de un muy rico hacendado 
y desde que fue un niño siempre ha sido un criado.

Manuela, es la única hija de hombre adinerado,
es la niña de sus ojos,  su juguete y su regalo,
el capricho de su mujer, es su princesa mimada, 
su tesoro, el sostén y la felicidad completa de su cercana vejez.
Se educó esta chiquilla en los mejores colegios, 
vive como una princesa, las princesas de los cuentos 
y solo acude a la hacienda en los tórridos veranos 
para disfrutar en ella del frescor que le da el río, 
los álamos de la alameda y los fresnos de los prados.

José y Manuela, sí se conocen, mas no se hablan
y aunque son jóvenes nunca coinciden, nunca jugaban,
solo él se quita el sombrero cuando ella pasa.
Ella le habla desde el silencio con su mirada.

Pasa el tiempo y aquel muchacho ya afeita barba 
y aquella niña es la más bella de las princesas 
de esos cuentos, cuentos de hadas.
Era una tarde del mes de agosto, 
y la canícula del sol aplanaba, 
ella muy sola, ella se baña, 
en una poza de un río alegre con frescas aguas 
entre los álamos y los mimbrales que la ocultaban. 
Sus padres ignoran, no saben nada, que ella se baña 
cada tarde sola muy sola en esta charca.
Tranquila estaba, mientras escuchaba 
a un jilguero como cantaba con dulces trinos a su amada. 
El agua corre, alegre salta de piedra en piedra 
de charca en charca no se detiene, ella no para.
Manuela se adormece junto a la charca 
mientras refresca y acaricia su cuerpo el agua.
Ruidos de cascos que chapotean sobre las aguas, 
de su letargo la despertaban, 
ella en silencio y acurrucada tras un mimbral 
observa atenta aquel jinete que entrar en el agua.

Cuerpo de atleta, piel bronceada, 
su cabellera ensortijada gotea el agua, 
parece un dios griego que emerge de entre las aguas.
Nada y nada el joven entre dos aguas
por la corriente él sube y baja y cada poco él 
se sumerge bajo las aguas.

¡José! ¡José! Ella lo llama y el joven mozo casi se espanta,
No está solo, está el ama
con timidez se acerca muy lentamente a la muchacha.

.-José, no digas nada, nada por Dios 
que mis padres no saben nada, 
que ellos no quieren que al río venga sin la compaña.
.-Hola, señorita perdóneme si la asustara, 
no fue esa mi intención, no la vi cuando llegaba.
Siempre que puedo vengo a esta playa 
para meterme entre sus aguas, 
es muy bonito este rincón y muy frescas, 
frescas y cristalinas son sus aguas.
.-No tenga miedo, no se preocupe, no diré nada. 
Será si usted lo quiere para siempre nuestro secreto, 
nuestro rincón oculto, nuestra charca y nuestras aguas.
Y cada día, cada ocasión aquellos jóvenes 
siempre estaban y en su rincón habla, que habla.

Cuando el verano ya caminaba hacia el otoño 
una mañana que yo pescaba en ese río 
con mi paciencia y con mi caña, 
yo descubrí entre las ramas a los dos jóvenes 
en animada conversación y observando 
pude yo ver que se besaron más de una vez.
Crucé despacio con mucha calma, 
no quise romper aquella imagen, quebrar su calma.
La calma plena y aquella magia
de aquel amor entre el criado y la joven ama.

Un día y otro de aquel verano sin pretenderlo 
y sin quererlo yo me acercaba para mirar
aquel rincón que se ocultaba entre las ramas 
junto al rabión aquel amor que me extasiaba.
Un día y otro yo contemplaba el florecer de la 
pasión, efusión inocente pura ternura,
he inmaculada dedicación
de un nuevo amor que sin pretenderlo
nació una tarde cerca del agua una ocasión.

El verano sin enterarnos se nos marchó 
y el otoño dejo desnudo y al descubierto
 aquel rincón de la ribera
semi-escondido donde los sueños 
de unos núbiles se realizó.
El agua sigue corriendo alegre por el rabión, 
ajena ella a los amores hoy ya ausentes, 
y el agua ignora tan dolorosa separación 
de aquellos jóvenes que se quisieron en su rincón.
Ese resguardo, ese retiro fue el testigo 
mudo cómplice de los encuentros y la pasión, 
entre dos jóvenes que los separaba su posición 
y los unía su gran amor.
En ese rincón de la ribera nació un amor, 
un amor casi imposible, un amor sin horizonte, 
un amor que solo tenía futuro en el rincón, 
un amor que nunca, nunca tendría la más mínima ocasión
de hacerse realidad en aquella sociedad
que no entendía de amor.

Manuela se fue con sus padres
y nunca jamás tuvo de ella José razón.
José esta triste ya no acude a la ribera
ni habla con la corriente su amiga más discreta
única testigo de aquellos besos tan dulces y apasionados, 
besos de amor que ahora una y otra noche 
le quitan el sueño y son los besos soñados.
José en solitario galopa en medio del olivar, 
cruza por los pastizales de extensos campos 
donde pastan animales a quienes debe cuidar
y en los vastos páramos colmados de desolación
el joven se siente libre encontrando la razón
para seguirla esperando a Manuela; su gran amor.
.
Pasa los días en el silencio y en su mutismo interior. 
No le llega noticia alguna de su añorado amor. 
Amor ausente que lejos, muy lejos; un día se marchó
él solo escucha en silencio y no quiere preguntar
y nada sabe de ella para bien ni para mal.

Cabalga cada día en medio de los olivares, 
en intrincados jarales caza conejos y zorzales
y en su soledad encuentra el sedar de su dolor
de la dura ignorancia de aquella separación.

Paso el otoño y el frío invierno llego
las lluvias de primavera las nieves ya se llevó
y el sol calentando cada día el verano anunció.

Una tarde al volver del campo de nuevo la vio,
la observo a lo lejos caminando del brazo de un nuevo amor.

En la casona hay risas, fiestas, convites y cenas en su honor.
Los jóvenes enamorados ya han marcado 
en el calendario el día y la hora, para su unión.

José nunca aparece por la casa del amo 
y un día sin despedirse de nadie a la ciudad marchó.

Manuela busca en silencio a José 
por todas partes para darle explicaciones
del porqué de aquel cambio en su nuevo proceder.
Más no fue posible hallarlo José hace días que se fue.
Han pasado muchos años y un día 
en un banco junto a un prado 
que está junto al río hay una dama sentada
tomando el sol del otoño al terminal el estío 
escucha el cantar del río de la corriente que juega
entre los cantos rodados y los árboles y las hierbas
de sus boscosas riberas. 
Mira hacia un recodo escondido entre fresnos y mimbrales, 
entre álamos y zarzales aquel rincón escondido 
con el que tanto ha recordado, tanto ella ha añorado
en los años que ha vivido

Tan extasiada estaba metida en su pensamiento 
que no vio que se acercaba y a su lado se sentaba 
un señor que entre sus manos temblorosas 
baila sin para una vara de avellano larga y nerviosa.

.-Buenas tarde. Hola Manuela, como han pasado los años, 
es qué ya no recuerdas aquellos días pasados 
en ese rincón arcano de este sereno meandro 
que tanto lo visitamos aquel lejano verano.
.-Yo no he podido olvidarlo, aquel verano remoto 
que solo está en mis recuerdos y nadie sabe de ello, 
solo tú si lo recuerdas y yo, que no he podido olvidarlo.

.-Lloré, lloré mucho, muchos años
aquel mi primer y único amor 
y supe que te casaste con un hombre de honor, 
también sé que dos hijos tuviste
y cada año viniste a pasar aquí el estío 
y por ello yo, nunca quise venir.

.- Sabrás que yo me casé cuando mi herida “sano”
y que tuve una mujer que fue una bendición 
y sí mucho yo la quise nunca jamás olvidé 
el rincón de nuestros encuentros, tus besos y tu amor.
.-Hoy he vuelto para quedarme 
y vivir lo que me reste de vida
en este lugar tranquilo recordando lo vivido
y los amores perdidos. 
Amores nunca olvidados que nunca pude lograr
mas yo sé que aquellos besos tan dulces 
con que lo quisimos sellar nuestros escondidos encuentros
siempre los tuve presente nunca los pude olvidar
y aún recuerdo el sabor de esos tus labios
dulces, tersos y tan cálidos que me elevaron a los más
de una vida de ensueño, sueños nunca olvidados, 
aquella dulce pasión en que estuvimos inmersos
aquellos dulces momentos vividos entre los dos,
momentos nunca olvidaos, momentos siempre añorados. 

Manuela no habló; se levantó del banco
y lentamente y se marchó de aquel lugar, 
paso a paso lentamente se fue ella alejando
caminando por la amplia alameda
que los colores de otoño hacía de aquella estampa
un momento de postal, tan bella y a la vez irreal.
Y a lo lejos se veía la casona de su hacienda donde ella vivía.

Una tarde y otra tarde José sentado la espera. 
Espera a ella mirando hacia el rincón en la ribera 
y mirando hacia la desnuda alameda.
Espera en el banco que un día no hace mucho coincidieran.

Tuvo que pasar un mes largo para que ella volviera 
a sentarse en el banco del prado de la ribera, 
donde un José paciente día a día la seguía,
día a día rato a rato hora a hora esperando.

.-Buenas tarde. Hola José he vuelto para hablarte 
y es que yo quiero contarte lo que aquel año pasó 
y el porqué de esa tarde que en este banco te deje 
sin explicación alguna cuando tú me hablaste
y me contaste tu vida.

.-Aquel verano de antaño, que nunca pude olvidar 
fue el mejor de los veranos que nunca pude pasar. 
Más cuando a casa volví mis padres
me obligaron a casarme con Mariano 
joven muy acaudalado y de muy buena familia 
que mis padres y sus padres ya habían
apalabrado nuestra boda a hurtadillas. 
Por mucho que peleé de que yo no lo quería 
que te quería a ti. Mis padres me amenazaron 
con que si no consentía a tu familia echarían
de la hacienda y jamás encontrarían donde poder trabajar.
Bien sabes tú que es verdad; que mi padre bien podría
en que tú y los tuyos jamás, trabajos encontraríais
ni aquí ni en otro lugar.
.- Cuando al verano volví yo te busqué y te busqué, 
más tú ya habías partido y nunca jamás yo te volví a encontrar.
.-Solo quiero que tú sepas que mi esposo fue feliz, 
que fue un hombre cariñoso, que nunca a mí me exigió 
que le amase con la pasión como yo te quise a ti.
.-Hoy yo te pido perdón y aunque nada 
de lo que paso, hoy lo podemos borrar 
y que, ese tiempo pasado lo tenemos que aceptar. 
Hoy a mí me da igual que la gente hable y diga, 
que el ama quiere al criado y que con él también viva.
Te quiero cada día más y más si tú a mí me quieres 
podremos ambos pasar estos días que nos resten 
juntos y poder hablar y quizás también soñar 
de lo que pudo haber sido y no pudimos lograr 
estos años ya pasados y vividos separados
los podremos compensar con cariño y con halagos. 
Yo te quiero amor mío, te quiero cada día más y más 
y quisiera yo poder contigo cada mañana poderme yo despertar. 
Si tú lo quieres mi vida en mi casa hay un lugar.

Por las hundidas cuencas donde se esconde 
los cansados ojazos de José hoy tristes
y sin la chispa de aquellos años. Por aquel rostro arrugado 
dos lágrimas se deslizan y sus temblorosos brazos 
abrazan a su amor, tantos años deseado y tantos años 
esperado y soñado.
Hoy por fin ya se les ve pasear paseando de la mano
acariciándose y mirándose sin importarles nada ni nadie, 
su amor sigue vivo y aún son jóvenes para vivirlo intensamente.

………………………………………………………………..

Manuela y José vivieron aún varios años juntos 
José se marchó el primero y unos pocos meses más tarde 
Manuela le acompañó para siempre.
En el panteón familiar al que también trasladaron los restos
de la esposa de José y del esposo de Manuela.

En la lápida del panteón reza este epitafio.
LOS AMORES DE VERANO, NO SON AMORES EFÍMEROS
PERMANECEN INDEMNES CON EL PASO DE LOS TIEMPOS
SI SON AMORES SINCEROS Y PARA CONFIRMARLO
ESTA EL AMOR QUE VIVIERON MANUELA Y JOSÉ
Y NO HAN SIDO LOS UNICOS NI TAMPOCO LOS PRIMEROS.

1 comentario:

Eva Margarita Escobar Sierra dijo...

HOLA RODRI:
HASTA QUE ENCUENTRE LA PALABRA ADECUADA PARA CALIFICAR TUS POESÍAS. TE VAS A TENER QUE CONFORMAR CON LA QUE TE ESCRIBO:

¡HERMOSÍSIMA!. MUY HERMOSA. SIMPLEMENTE... HERMOSA.

UN GRAN ABRAZO, ESTA VEZ SI, MUY GRANDE, DE TU AMIGA, EVA.