TE EXTRAÑO.
Me dices que de nuevo
me has encontrado.
Me dices que me buscaste
y que al fin me has hallado.
Mas;
¿A quién tú has encontrado?
A mí, o quizás has vuelto
tú encontrar aquella imagen
que, de mí, tú te formaste.
Quizás por eso, por haberme
tú endiosado
yo tuve que marcharme
de tu lado.
Bien tú lo sabes,
que yo no te pertenezco.
Que yo no pertenezco
ni a ti, ni a nadie.
Tan solo pertenezco a Dios
y al aire.
Yo también tengo recuerdos.
Recuerdo el placer de recorrer
con mis manos
cada rincón de tu cuerpo.
Recuerdo respirar el aroma
de tus sueños.
También recuerdo oírte llamarme
en sueños.
Yo recuerdo el cálido y suave tacto
al abrazar tu cuerpo.
Como ves; yo también.
Yo también guardo recuerdos.
Y recuerdo, cuando
en las noches del estío
en el balcón de tus sueños
yo adormecido
contaba las estrellas del cielo,
del cielo de tu mirada.
Amor mío lo recuerdo;
Yo recuerdo ¡aquellas!
estrellas como alumbraban.
Lucían, cual luceros en noches negras.
Recuerdo, cuando la brisa de la
noche
jugaba con tus cabellos
y un mechón rebelde
ocultaba tu rostro bello
de mi mirada.
Como odiaba, Dios mío,
como lo odiaba.
Odiaba aquel reloj traicionero
que implacable marcaba
la hora para dejarte.
Recuerdo yo amor mío;
recuerdo, el paso impertérrito,
del tiempo que se acababa.
Yo sí encuentro amor mío,
como decirte lo siento,
pero mi vida no es mía
y aunque te busco y te encuentro,
he de renegar de ti, de tu amor,
de tus abrazos, de tus sueños
y de tus besos y quizás,
de tus recuerdos.
Tú me extrañas y yo te siento
y aunque estés cerca de mí,
me siento solo y muy lejos,
solo y muy lejos de ti.
Aún puedo tenerte en sueños
pero yo, tan solo yo pertenezco
a Dios y al viento.
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