2 jun 2013

PRIMAVERAS TARDAS

COMO SIEMPRE A DESTIEMPO.

He oído cantar despierto a los pardos ruiseñores
en la ribera de río entre mimbrales y alisos,
junto a los molinos muertos.
Molinos que ya no muelen. Molinos, mudos y quietos.
Ya no gira aquella piedra que es el imán de los sueños, 
ni acompaña el trabajo con su cantar lastimero 
de los pobres labradores y de molineros quietos.
Cantar de piedras y engranes, cantar de viejos maderos
que crujen cual un quejido y que evocan los recuerdos.
 
El agua sigue su curso ajena a los desamores
de una linda muchacha que por ti bebe los vientos.
La tarde ya decae, el sol en el horizonte despacio se va cayendo,
los estorninos retornan a las encinas y robles
que los protege del viento de la noche y del silencio.
El frío viento del norte se queja para sus adentros 
cuando traspasa las ramas de los álamos y robles
donde duermen los recuerdos.

Que la luna hoy no venga. ¡Madre!
Que no venga hoy la luna que no la quiero yo ver.
Que no quiero que me muestre
sus ojos de picarona, ni su sonrisa indolente.
Que quiero salir de noche y que la noche me encuentre 
bajo la luz de una farola mientras espero y viene. 
Luz de la luna tiene, tiene una mirada muy ardiente.

He oído cantar despierto el canto de las alondras
en los páramos abiertos y el susurrar de los vientos 
tocando el arpa del tiempo entre las desnudas ramas 
de un olmo de la ribera que está soñando despierto 
a que llegue una nueva primavera.
El olmo viejo, sueña con su enamorada, la primavera tarda, 
que llega siempre a destiempo.
El jilguero ya ha colgado su nido entre los brotes más tiernos 
de aquel florido almendro que no espero primaveras 
por llegar siempre a destiempo.

He oído cantar despierto el canto de un jilguero
entre la flor del almendro, canta a su amada 
que está postrada en el nido incubando su nidada.

Un molino en la ribera que su piedra está muda,
mimbres y alisos, choperas, densa espesuras 
en la ribera, donde el ruiseñor ajeno cuelga su nido,
en las encinas y robles los hacen los estorninos.
La luna salió esta noche y espió algún te quiero,
los páramos y los barbechos se quedaron solitarios, 
pues las alondras se fueron de los páramos aislados.

La primavera llegó tarde, tarde como siempre; 
llegó,  muy a destiempo, los ruiseñores volaron, 
los almendros floreciendo y la luna vigilando enamorados.
Primaveras tardas que llegan casi siempre a destiempo,
más no para enamorados.

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