16 ago 2015

LA ALDEA...


...SE DESPIERTA

Luna gris bajo un velo de nubes densas 
apenas si se vislumbra su redonda silueta.

La noche es oscura por la densa niebla.
La niebla y el silencio colman las calles 
vacías, quietas, solitarias de la aldea.

La noche se desliza entre tejados negros 
y las paredes prietas, 
ventanas muy cerradas, farolas 
que están entre casi dormidas y casi despiertas.
El silencio todo lo invade. La aldea está muerta.

A lo lejos se oye el ladrido de un perro 
que ladra a una parlanchina corneja, 
un mugido en el establo dice que la aldea tiene vida,
que solo está dormida, que no está muerta.

La noche se resbala por la aurora que llega 
y las sombras de los montes se hacen 
cada vez más y más pequeñas. Los montes 
con la luz se alejan.

Un carcomido castaño, que su vida la cuenta
por los siglos vividos al día se despierta.
Sus ramas están llorando, la niebla juega en ellas.

Su copa está cerca del cielo y lejos de la tierra
en ella, que apenas si se ve, por lo tupida y densa,
un águila real tiene su nido en ella.

Ya llegó la aurora, ya despierta la aldea, 
la niebla se retira la luz entra en ella, 
los perros ladran en cada esquina, 
las vacas mugen inquietas. Están a la espera 
de que se las ordeñe, sus ubres pesan.
Las ventanas se abren, las chimeneas despiertan 
y la aldea dormida, bosteza y se despereza 
al nuevo día que penetra en ella.

Los campos se ven verdes y verde su arboleda 
en el viejo castaño el águila real sus alas calienta,
mostrando al espacio vacío y al aire que lo puebla 
su poder y su fuerza.

La vida va llenando las calles que han dejado 
vacías el silencio, la oscuridad y la niebla.

La pequeña aldea de la ladera del monte
Se ha hecho visible para el profundo valle 
y amante del monte y rival de la sierra.

1 comentario:

Eva Margarita Escobar Sierra dijo...

Hola querido amigo: ¡Era imposible encontrarte!

Estar en una aldea de nuestra tierra, siempre trae una felicidad grande, pero también siempre, esta felicidad, esta mesclada con nostalgias, con recuerdos. Con un pasado que ya no volverá. Pero que para poder sonreír hoy, tenemos que sonreír, al recordarlo.

Visualizar o estar en esos lugares, donde fuimos felices, o también sufrimos, es hermoso. Y más, hacerlos conocer del mundo con tanta sensibilidad y tan lindas palabras.

Debemos agradecer a Dios, a la vida, que podamos gozar todavía, de ellos.

Un gran abrazo querido amigo. Un gran abrazo, Eva