…CABALGA EL MAR DEL NORTE.
Nuestra ventana se abre suavemente
para dejar pasar a la brisa de la tarde
la brisa del Norte que nos trae
aromas salobres del mar donde ella duerme.
Aromas, que evocan a ese mar tan bravío
que se estrella una y otra vez incansablemente
en las indolentes y ciclópeas rocas
que lo retienen, le intimidan y hacen frente.
Vendrá de nuevo la brisa de la tarde,
esa brisa que nace en el Norte,
la brisa que refresca nuestra alcoba
donde vive nuestro amor eternamente.
Que la fresca brisa del Norte se nos lleve
lo humores y los malos momentos para siempre,
que el ambiente quede fresco, limpio y claro
y entre nosotros, todo sea veraz y transparente.
Que la brisa que repica en los cristales,
la brisa que acompaña a la lluvia suavemente,
esa lluvia que asea a la brisa de la tarde
de las partículas que recoge en los árboles,
los desiertos y los montes.
Brisa fresca del Norte y lluvia cálida y suave,
ambas caminan muy juntas de la mano,
ambas son diáfanas, tenues, no hacen daño,
ambas unidas hacen que las tardes de verano
sean; amorosas, frescas y suaves.
Hoy también volverá a repicar en nuestra
ventana,
la brisa que el mar cabalga,
desde el Norte de nieves perpetuas a nuestra casa.
No sé si a la brisa esta tarde le acompañara
la lluvia pertinaz y testaruda que cae suavemente
en las tardes de calima.
Abramos las ventanas de nuestra alcoba
para que entre la brisa y se lleve
los malos humores y limpie el ambiente
y quede nuestra alcoba oliendo a mar,
a hierba recién segada, a tierra mojada,
a flores y aroma de los montes.
La brisa del Norte y la lluvia del verano
son amigas desde mucho antes
que tú y yo nos conociéramos
y cuando un día tú y yo hallamos ya partido,
seguirán llamando en las ventanas de los nidos.
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