No, no puedo permitir que por mi culpa
tú sufras.
No, no puedo permitir que para ti
yo
sea un castigo.
Por eso prefiero que te marches, sola,
sola, sin irme yo contigo.
Siento que te vas, que ya te has ido,
que nada puedo hacer por retenerte,
que quizás para siempre te he perdido.
Yo nunca quise hacerte daño ni
ofenderte.
Creo que todo lo que ocurrió y ha
ocurrido
sea fruto de malos entendidos,
de pretender leer lo que nunca se ha
escrito,
quizás de no poder hablar cara a cara y de frente,
mirándonos a los ojos para ver lo
que se dice
o, como se dice o, como se ha dicho.
Quizás sea la forma de expresarse,
cuando ambos, nos
separa lo infinito,
los dos mamamos de la misma ubre,
pero de pechos y madres diferentes.
Siento y lo siento más de mil veces,
que creas que yo te he ofendido,
siento y lo siento y a mí me duele
que tú por mí culpa hayas sufrido.
El parque, nuestro parque
se ha quedado
triste,
el banco nuestro banco está cubierto
por una capa de musgo y de relente,
nuestra aquella, aquella nuestra fuente
se ha secado,
el parque está triste, está solo, está silente.
El rosal donde tú olías sus rosas
ahora está marchito
y ya no canta aquella fuente aquella
en la que bebían los
lindos pajaritos.
Te fuiste o ya te has ido
quizás de
esta manera lo quiera el destino.
No quiero que tú sigas sufriendo a mi
vera
te tengo tanto respeto y tanto cariño
que nunca por mi causa quisiera que
sufrieras.
Que seas muy feliz donde quieras que
tú fueras
y solo te deseo en tu vida primaveras,
y que, aunque sea en una de
tus noches en vela
me recuerdes como a un amigo se recuerda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario