No tardes amor
mío, no tardes
que la luna ya
ha salido,
y hace tiempo
que pasea
por el
parque,
que ya el
jilguero está dormido
y la siniestra
lechuza
cantó ya su
alarido.
Y dicen que es
mala suerte
escuchar de la
lechuza su canto
que es un
triste gemido.
No tardes
cariño mío
que estoy muy
solo y perdido
sentado en este
banco del parque
mientras
escucho el ulular
de los
nocturnos búhos,
el croar de las
ranas en el estanque,
el cantar del
arroyuelo
que cruza de
extremo a extremo
nuestro parque.
El parque de
nuestros encuentros.
No tardes tú
amor mío
que el sol hace
tiempo
que se ha
ido,
que la luna y
las estrellas
han ocupado de
la noche
su espacio
y el silencio
en nuestro parque
a llenado;
desde la entrada
hasta el
bosque.
El silencio
camina esos senderos
por los que tú
y yo paseamos
y lo hacemos en
silencio.
No necesitamos
hablarnos,
con mirarnos ya
sabemos
de aquello que
nunca hablamos
y que es
nuestro secreto
el que a nadie
le contamos
porque es
nuestro, solo nuestro.
No tardes, que
hace tiempo
que te
espero
y la brisa de
la tarde
hace bailar a
las hojas
las hojas del
olmo viejo,
que en su
tronco guarda
secretos de
enamorados
que con el paso
de los años
su corteza va
borrando
para acoger
otros nuevos.
No tardes amor
mío
que yo te sigo
esperando.
Y sabes bien
que no pienso
dejar solo;
este banco,
este banco que
es el nuestro.
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