14 ago 2017

A MI AMIGO FRANCES...

... EL HOMBRE SIN FIN.

He contemplado su cuerpo
de puro mimbre domado,
y por surcos alistado
que con el pasar del tiempo
trazó en su piel el arado
sin piedad ni miramiento.

Cuerpo de quijote cervantino
que cabalga los caminos
a lomos de su corcel.
Cabalgadura de acero,
montura de pura sangre
no es rocín flaco ni viejo
es, todo un noble corcel
al que adora la luz del cielo
siempre que lo ve correr.

Lleva colgado en su arnés
su resplandeciente yelmo;
que es de nácar y de coral
bailando va con la brisa,

de los céfiros del mar.


Vientos que alegres caminan
siempre le van acompañando
por esos senderos bravos
por donde sube soñando,
soñando; va con las cimas
que, aunque lejos se adivinan
y lo duro él, hace blando.
Paso a paso, poco a poco
a él se van acercando,
y ante él, cerviz inclinan.


Su barba mal rasurada,
sus cabellos y sus cejas
ya el tiempo los encala.
Cabellos y sentimientos,
ya los cubren las nevadas.


Invierno que todo blanquea
y arquea los monumentos
su frente ya roturada,
por la reja de los tiempos
que todo vuelve en besana
donde se siembra ilusiones
y se cosechan ensueños.

Es el pasar de los días
de una vida vasta y plena.
De una vida agradecida,
que se inició;
en el albor de aquel día,
y es ahora; Preludio, 
del inicio de las horas,
y del resto de sus días.

Le vemos cada día cabalgando
por caminos polvorientos,
por esos montes sedientos, 
que de taciturnas jaras,
de lentiscos verdisecos,
de insolentes zarzamoras,
ellos se encuentran cubiertos.
Y sin piedad ni consuelo,
laceran la piel y el cuero
de corceles y caballeros.

Le vemos hollar barrancos
de los ríos casi secos,
y esos campos Sexitanos,
ardientes y deslustrados
áridos, duros, sedientos.
Y, sin embargo, tan bellos.


Salpicados están de islotes
blancos, color de los sueños
colocados en el damero
sin acierto ni concierto.
Cortijadas, heredades 

de raigambre y abolengo.

Y él, siempre va caminando,
cual errante caballero,
cual quijote cervantesco,
va delante y le seguimos
montados sobre jamelgos.
Vestidos;
con coloridos jubones
de colores casi horrendos.
Y tocados, con;
muy refulgentes yelmos.

Siempre seguimos sus pasos,
como fieles escuderos,
sin conocer los caminos,
ignorando el destino,
de nuestro andar altanero.

¡Mas; le seguimos!

Y él siempre marcará
el rumbo
un rumbo fiel y certero
que nos llevará a puerto.

Caballero de la Triste Figura
fue llamado aquel
cervantino manchego
aquel que un día cabalgó
a lomos de un flaco penco.
Aquel, que a pesar de su locura,
fue todo un gran caballero
en nobleza e hidalguía
aunque de escasa fortuna.

Él fue, un muy noble señor.
¡Bendita fue su locura!


Tú no eres castellano,
tampoco eres manchego,
eres tan solo un hidalgo
venido desde muy lejos.

Tú eres y siempre serás;
el inimitable Ars...

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