ESTAMPA DE INVIERNO.
El páramo bosteza
al despertarse
una mañana fría
en que la bruma
no deja ver al sol
en las llanuras
donde la alondra
y la calandria morán
y la roja perdiz anida.
Los chopos de la ribera
están desnudos
y en sus troncos robustos
crece el musgo
visten traje gris serio,
parco y oscuro
y sus largos brazos
están desnudos.
En los barbechos
no se ven yuntas de bueyes
que aren con paso lento
mientras la nieve danza
en los brazos, del fino viento.
Allá, a lo lejos, se ve un tractor
que dando vueltas y vueltas
rasga y hiende, la tierra fresca.
Unos cuervos ruidosos están posados
en los olmos desnudos desangelados.
Y en las aldeas, sus calles están
vacías
también sus eras, ayer ruidosas,
cálidas
hoy calladas tristes, frías y solas.
Las calles están desiertas,
algún perro ladró anoche
a las estrellas.
Se nota el frío y el viento del
norte
corta el espacio con su cuchillo
de doble corte.
En las casas cerradas a cal y canto
se nota que en ellas hay vida,
porqué por su nariz;
ellas respiran.
Poco a poco el páramo
se va llenando,
de copos blancos de nieve
que van bajando.
El vasto horizonte, se vuelve albo
y la tierra ayer parda
hoy blanco manto.
ESTAMPA DE PRIMAVERA.
El páramo ayer gris
ya ha florecido
y una alfombra muy verde
se ha extendido.
Los chopos de la ribera
poquito a poco han cambiado
su terno serio
por uno más alegre
y más risueño.
Los arroyos ayer helados
han despertados
y bajan muy contentos
por los sembrados.
Hoy el sol, se explaya
por la llanura
y calienta la tierra
con su dulzura.
En los olmos frondosos
de las besanas
cantan lo colorines
esta mañana,
y están alegres,
porque la primavera
se hizo presente.
En las aldeas las casas
ayer cerradas
abren sus puertas
y sus ventanas
y salen a la calle
de madrugada.
Los canes corren alegre
por los caminos
moviendo van su cola
ladran al frío.
El sol se ha escondido
tras unas nubes
que suelta un aguacero
templado y dulce.
Es la primavera,
que trae a esta tierra
la sangre nueva.
ESTAMPA DE VERANO.
El sol se cae a plomo
sobre el páramo
que hoy viste de oro,
bigotes largos,
y se balancea
cual olas de un mar
que se serena
después de una galerna.
El sol va madurando
el cereal en las besanas
mientras esperan
a la hoz corva y a la guadaña.
La mies ya cosechada
deja en el páramo
su cara alarga.
Y en las eras los jóvenes
y los niños están de fiesta.
El agua ayer alegre
de la ribera
ya ha perdido su ímpetu
y su fiereza.
Los chopos que jalonan
las bajas tierras
están muy temblorosos
pues van de fiesta.
Y en los olmos y en las encinas
de las besanas
crían su prole los cuervos
y las urracas.
El páramo está vacío,
y por él pastan
las ovejas merinas
que mucho balan.
Es el estío en tierras castellanas
que después de la siega
deja el páramo como un baldío.
ESTAMPA DE OTOÑO.
Hace tiempo que quedó
el páramo yermo,
el verano dejo el bálago
en el pajar
y el grano dentro.
Una tormenta seca
en el horizonte
anuncia el otoño
a grandes voces.
Es el otoño que ya se acerca,
con su lluvia temprana
riega la tierra
y la hace más dulce,
más tierna y esponjosa,
para que en ella nazca
hierba más fresca.
Ya las aves emigran
a otras tierras,
tierras lejanas donde
pasar el invierno
y en ella esperan,
a que a Castilla vuelva
la primavera.
Los álamos del páramo
cambian de ropa
y por traje se ponen
la toga seria.
Los chopos de la ribera
tienen traje de oro,
cara risueña.
La besana está triste
porque está sola,
solo balan en ella
las tristes ovejas.
El otoño ha venido
y ya se aleja
esperando al invierno
que está a la puerta.
Castilla y sus campos,
tierra muy extensa
tiene cuatro estampas
a cuál más bellas.
Un invierno muy duro
donde llueve, nieva,
y las escarchas
de aleros cuelgan estrellas.
En invierno se esponja
su fértil tierra
y recibe al grano para que muera
resucitando ufano en primavera.
En primavera despierta
su fértil tierra
y se llena de flores, de verde
hierba
el cereal sembrado es su alfombra.
Cantan las aguas en las riberas
y los chopos ríen, ríen y alegre
juegan
con la brisa del aire que suave llega.
Los veranos son cálidos en las
parameras
madurando el grano sigue la rueda.
Los otoños son frescos de sementera
sus colores son oro y triste esta la
tierra.
Cuatro estampas que se repiten
y, ninguna se queda.
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