3 may 2018

EL CLAUSTRO

Y SU PAZ.
Cada tarde despejada de junio 
sobre un poniente lejano
cuelga un disco de oro 
ardiente y acompañado
y sobre el vasto horizonte 
empiezan a vivir las sombras
de una noche que ya acecha
donde moran, oscuridad 
y tinieblas.

Una tarde soleada de junio. 
Junio en que la primavera se aleja
y se muestran los ardores 
de un estío, 
qué llamando está a la puerta.

El claustro está en el silencio 
que en él vive y se encierra
tan solo se oye el murmullo
del cantar, 
de una fuente armoniosa 
del jadear de la brisa
que juega al escondite 
entre las columnas inhiestas
que separan al jardín 
de la galería abierta. 
Galería en que suelo pasear
para orar, razonar y soñar 
con la mente bien abierta.

Bajo un naranjo con flores, 
que vive cerca la alberca, 
escucho el cantar de un jilguero 
que anida en el rosal 
que muestra las rosas más bellas.

El azahar me embriaga
con el dulzor de su aroma, 
el jilguero me lleva a la anagogía
con su trinar armonioso
y el canto de la fuente
es quien aletarga mi mente
y me impide orar y estar 
en esos instantes presente.

¿Será pecado? No lo sé.
El poder disfrutar de tanta paz

en el alma y en el ambiente.

No hay comentarios: