23 abr 2020

EL PEREGRINO EN TIEMPO DE...

...PANDEMIA. 1 - 2 -3 -4.

I

El peregrino entra caminando 
en la ciudad confinada.
Y en ella solo encuentra
al viento que va andando
con el silencio a cuesta.

El peregrino llegó 
del camino polvoriento 
a la solitaria plaza 
de este desértico pueblo.

La plaza está vacía 
envuelta en su silencio, 
solo se escucha en ella 
el susurro de la brisa 
que juega con las farolas 
el quiosco de la música
y con oscuros sueños.

El peregrino con su paso 
vacilante
con ese inmenso peso 
que es el duro silencio, 
con la mirada perdida 
en las calles solitarias 
en las fantasmas avenidas 
por donde solo camina, 
tan solo, el silencio y la inquina.

Y en el parque de los niños 
el silencio es ofensivo, 
solo las fuentes ajenas, 
al cautiverio que sufren 
los ancianos y los niños, 
cantan con su alegre
y monótona rima
sin darse por aludidas 
de esa dura prisión
de estar encerrados en vida.

El peregrino, de nuevo 
de nuevo torna a la calle 
y ante tanta soledad 
su corazón se le parte,
Camina y cruza el puente, 
abandona la ciudad, 
dejando atrás el silencio 
y a la triste soledad 
y a la sombra de la muerte
que siempre acechando está.

Y a las afueras de ella 
en una piedra se sienta 
el peregrino a llorar 
el corazón se le parte 
ante tanta soledad. 
II

Sigue su camino andando 
nuestro triste peregrino
y en otra ciudad va entrando, 
ciudad, que está 
muy cercana al camino
por el que él andando va.

Recorre sus amplias calles
y contempla sus balcones
con sus claveles colgando
las macetas con sus flores 
que la primavera en ellas 
las poco a poco las despierta.

Balcones, ventanas 
completas de alegres flores 
que confrontan 
con las penas y los dolores 
que sufren sus moradores.

En un banco solitario 
de una amplia avenida,
se sientan unos señores 
y mientras hablan se miran, 
se comentan, 
sus penas sus sinsabores 
con la tristeza que en su faz
permanentemente muestran.

El peregrino los deja 
con sus pesares a cuesta 
y mientras él se aleja 
y su mirada a él le muestra 
cómo se encuentran las puertas 
de esta ciudad hoy desierta, 
sus puertas cerradas están, 
sus ventanas entornadas 
y sus alegrías calladas
quizás su alegrías esten muertas.

Tan solo él por las calles 
y algún perro vagabundo, 
un gorrión que posado 
sobre un viejo tamarindo 
espera desesperado 
las migas de la merienda 
de un niño que hace tiempo 
hace tiempo se ausentado. 
Un niño que no sale a la calle, 
que en casa está encerrado.

El peregrino apenado 
debe seguir su camino 
y sus pies lo van llevando 
pisando esas aceras 
que hace tiempo que no pisan 
los pies para las que las hicieran.

El peregrino va andando, 
va arrastrando su pena 
por esos largos caminos 
que hoy tan solitarios encuentra. 

III

El peregrino hoy se acerca
al parque en el que los niños juegan, 
con sus juegos solitarios, 
juegos que hoy son quimera 
de los sueños que soñaron 
durante esta pandemia.

Hoy el parque está muy solo, 
hoy los niños ya no juegan, 
están muy solos los columpios, 
toboganes y las circulares norias.

El peregrino se sienta 
en un banco solitario 
a la sombra de una acacia 
que está muy triste y muy sola 
con su sombra abandonada.

En el silencio aquel, 
silencio que al parque envuelve 
escucha el cantar 
de las monótonas fuentes, 
cantan ajenas a lo que 
en su alrededor sucede.

El peregrino se deleita 
con el aroma de las flores 
de parterres y rosaledas, 
aromas que ahora se pierden 
pues nadie; 
las contemplan ni las huelen.

Ve los parterres floridos, 
los colores en ellos explotan, 
en las dalias y clavelinas, 
en geranios y azucenas...

Cuando ya ha descansado, 
cuando la pena lo agobia 
sale del parque el peregrino 
andado y se despide con pena 
de los niños encerrados 
por esta larga, dura, ingrata 
e incomprensible pandemia.

Atrás queda la ciudad encerrada, 
asomada a sus balcones y ventanas, 
muchos lo vieron marchar 
sin despedirse siquiera.

Cruza el arroyo Peroja 
por su puente de madera 
y en su orilla la ermita 
tan solitaria y ajena. 
Tiene como titular 
a un Santo muy peregrino 
que pasó por el lugar 
andando estos caminos. 
Por San Roque conocido.

El peregrino no se detiene, 
y sigue él su camino 
va rezando un padrenuestro 
por todos los peregrinos 
que aún caminan, 
también por los que murieron 
a lo largo del camino

El peregrino camina, 
siguiendo al sol que es su amigo.
   
IV

La noche acecha al camino 
y el peregrino observa,
como la tarde se arroja 
por el profundo abismo
que el ocaso presenta. 
La tarde jamás encuentra 
donde poder sujetarse 
para hacer frente a la noche 
e impedir que su oscuridad 
se adueñe de cada tarde.

Ya la luna se contempla, 
ya las estrellas se esparcen, 
ya la noche es la noche 
su oscuridad es palpable.

Bajo la copa de una encina 
que está cerca del camino 
el peregrino encuentra 
para su cuerpo refugio. 

Cansado y triste apoya 
su cuerpo en el tronco de la encina 
contempla la noche oscura 
ella es también su amiga.

Las noches son largas 
para nuestro peregrino, 
la noche son solitarias 
las pasa en el camino
hablando consigo mismo. 

En las noches él siente 
el temor de la soledad, 
lo humano y lo divino 
contempla la hermosura 
de un cielo estrellado, 
de su gran inmensidad 
del silencio en el encerrado 
en su grandiosidad.

El peregrino en las noches 
a sí mismo él se habla 
de lo humano, lo divino, 
lo que sabe, lo que ignora, 
lo mucho que ha aprendido 
desde la tarde a la aurora
desde la aurora a la tarde
caminando por el camino 
por los caminos a solas.

La primera luz del alba 
la contempla el peregrino, 
pensado en una nueva jornada 
por esos largos y solitarios caminos, 
que unen pueblos, y ciudades 
de los que el peregrino habla
consigo mismo. 

1 comentario:

Eva Margarita Escobar Sierra dijo...

Hola mi querido amigo:
El silencio es tan total. Tanto...que me abruma. Te felicito por tan hermosos poemas y pensemos, que todo volverá a ser como antes o mejor. Mejor nosotros, mejor la naturaleza, mejor todo. Soñemos. Felicidades y nuevamente, te repito, estas escribiendo muy hermoso.
me voy a dormir ya. Un gran abrazo, Eva