27 jun 2020

MI EDÉN, MI PARAÍSO


MI AMOR Y MI LIBERTAD.

Voy muy solo caminando 

por el duro camino de la vida, 

y en mi caminar yo busco 

mis esperanzas perdidas.

 

Voy dejando los retazos 

de las vendas que cubren 

hoy mis heridas,

en los dientes de las zarzas 

las dejo yo bien prendidas, 

cual ropa al sol tendida.

Retazos que son recuerdos 

de los momentos pasados

de las mil y una desdichas

quizás, también yo deje colgados,

algunos de los momentos 

de felicidad y de dicha,

que quizás, fueron momentos 

que no fueron valorados.

 

Voy caminando en este duro verano 

donde el sol todo lo abrasa, 

se lleva la belleza y lozanía 

de lo que pasa a su lado.

El polvo de los caminos 

te asfixia a cada paso

y oculta y disimula la belleza 

de las flores y el rictus de las tristezas. 

Buscas las sombras que pasan, 

buscas las fuentes más frescas, 

escuchas, o crees escuchar 

el cantar de la corriente 

de un arroyuelo cercano.

Pero de pronto descubres que solo, 

tan solo estabas soñando,

que todo está en tu mente

Y sigues el camino andando.

 

Voy caminando, 

porque mi vida es andar, 

mi vida es andar buscando 

ese remanso de paz, 

a la sombra de un frondoso avellano, 

que crezca cerca de una fuente 

y de un arroyuelo ufano.

 

Un día llegué a un lugar, 

recóndito, muy apartado 

y vi mi fuente y mi arroyo, 

mi sombra y mi avellano, 

creí que mi edén me estaba,

me estaba a mí esperando 

y cuando yo me acerqué, 

la sombra era un solazo, 

la fuente, mi fresca fuente 

tan solo un turbio charco, 

el arroyo un espejismo 

y avellano un cardo.

 

Voy por el camino andando, 

yo, ya no necesito sombra, 

ya se terminó el verano 

ahora es la lluvia, el barro, 

el viento, la nieve, el frio... 

quienes me tienen embargado.

 

Este es; mi vivir errante 

por el camino que ando, 

voy buscando un paraíso 

que me tienen asignado. 

Después de yo perseguirlo 

a lo largo de los años. 

Hoy por fin he comprendido 

que los edenes no existen, 

y que no hay ya que buscarlos. 

Que el paraíso que es nuestro 

tenemos que edificarlo 

con nuestras obras y gestos 

y con nuestras propias manos.

 

Me detuve en lo más 

desabrigado del páramo 

y deje de caminar 

el camino que yo ando.

Dejé mi paraíso buscar 

y en aquella soledad yo creé 

sin mucho esfuerzo 

lo que siempre vi al soñar.

Mi edén, mi paraíso, 

mi paz y mi libertad 

que siempre llevé conmigo 

cada día al caminar.


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