Hola
pequeño;
¿Cómo te encuentras?
Desde
el día que te fuiste
nuestras vidas son cautivas
del silencio, del dolor y la tristeza.
Una
densa nube negra
nuestro pensamiento llena.
Lo cubre con su espesura
que la esperanza exaspera
que intimida a la alegría
la
invade;
y una vez que está cautiva,
la convierte
en
su eterna prisionera.
Poco
a poco, con el pasar
de los días
que
unos caminan muy lentos
y
otros parecen que vuelan,
nos vamos acostumbrando
a esta rutina nueva
que tu ausencia va marcando
sin que nos demos ni cuenta.
Pasan los días pasan,
las
fechas se acercan y llegan
y cada una de ellas,
arrastran en su interior,
con
ella siempre una deuda.
La deuda de tu ausencia.
Este
es el laberinto
que
nuestras vidas gobierna
que
no encuentran una salida,
ni
tiene llave su puerta.
David
cariño mío;
espero
que en estas fechas
estés
siempre con nosotros,
tal y como haces ahora.
Te
sientas entre nosotros
cada día a
nuestra mesa,
siempre
tú nos acompañas
y
con tus muchos recuerdos
nos
alivias el dolor,
nos
renuevas la esperanza
y
suavizas nuestra pena.
Pues
aunque no te veamos
siempre
estás a nuestra vera
y todos contigo hablamos,
como antes que te fueras.
David
cariño mío;
acompáñanos
con
tu espíritu
y tu presencia etérea,
estas
fiestas navideñas.
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