11 mar 2006

MADRID 11 DE MARZO 2004


Hoy es 11 de Marzo de 2006. Hace exactamente dos años tuvo lugar en Madrid el más horrendo de los atentados terrorista que ha sufrido España. El odio y la sinrazón se hizo presente en forma de mochilas cargadas de explosivos en los trenes de cercanías. Las mochilas estallaron en tres puntos de su recorrido. A saber, Atocha, el Pozo y Santa Justa. En los tres atentados, murieron muchos inocentes (191) y con sus muertes la tristeza, el dolor y la desesperanza, se asentaron para siempre en los corazones de sus familiares, amigos y conocidos. Toda España aún sigue llorando esas muertes sin sentidos. Quizás, por aquello de que la muerte no tiene marcha atrás, tal vez, esta sea la razón por la que muchas veces, nos olvidamos de los heridos y de aquellos pasajeros, que si bien salieron ilesos físicamente, ya nunca jamás, volverán a ser los mismo que eran un segundo antes de que estallasen aquellas malditas bombas.
Hace tiempo visité Madrid con mi esposa y nuestra primera visita fue al Bosque de los Ausentes (Hoy Bosque del Recuerdo) en este punto oramos por todos los fallecidos y también por los que han quedado marcados por este terrible atentado para siempre.
Nosotros nunca jamás podremos olvidar el 11 de Marzo de 2004. Algo se rompió para siempre en España. Algo que nunca más se podrá recomponer. Para esto no hay recambios ni composturas. Es con este dolor y esta rabia; con la que tendremos que seguir viviendo, para siempre.
He intentado expresar en forma de versos lo que sentí ese día, pero me ha sido imposible poder plasmar lo que sentí al enterarme de este fatal desatino. Sirvan los siguientes y sencillos versos a modo de homenaje a las víctimas, familiares y amigos de todos los que viajaban aquella mañana del Once de Marzo de 2004 en aquellos trenes en los que íbamos todos los españoles.

MADRID 11 DE MARZO 2004
(No fue un día cualquiera)

Amanece y como cada día la ciudad despierta.
Ya los autobuses por las calles ruedan.
Ya los tranvías con sus troles capturan
los cables que muy altos vuelan.
Casi por encanto surgen las aceras.
Los trenes vienen y van sobre vías férreas.

Es una mañana de un once de Marzo.
Una mañana muy clara y fría,
en la que la niebla dormida bosteza.
Sobre los tejados un sol de un invierno tibio
se despereza.

Por el ancho andén se mueve, la humana marea.
Los que van y vienen, los que caminando
aún están dormidos y no se despiertan.
Y mientras caminan se van despertando
y mientras despiertan, hay unos que marchan
otros que regresan.

Trenes que se cruzan en las vías férreas.
Trenes que transportan sueños e ilusiones,
alegrías y penas.
Son seres anónimos que juntos se sientan.
Que no se conocen, pero juntos sueñan.
Personas anónimas sentadas enfrentes,
unos junto a otros sus cuerpos aprietan.

Miradas pérdidas en un horizonte que corre,
galopan, que muy atrás quedan.
Miradas que miran a través de un vano
que nunca quizás a verlo lo llegan.
El paisajes corre y corriendo jamás,
a las estación llega.

Unos leen diarios o libros.
Otros quizás duermen y durmiendo sueñan.
Sueñan sueños imposibles que nunca quizás
a cumplir se llegan.
Hay otros que dejan sus miradas sueltas.
Las dejan correr por el horizonte y quizás se pierdan
con la luz del día que nos trae la aurora.
Miran, mirando sin ver, y sin ver no miran
el tiempo que vuela.
Miran ese horizonte que se les escapa ante esos ojos.
Ojos que mirando miran, sin ver en que sueñan.

Parece otro día de un crudo invierno.
Otro día, quizás, un día cualquiera.
Otro día que dice que la primavera está ya muy cerca.
Nada es distinto en ese día que llega.
Nada que les dice que ese día es otro,
que mejor que fuera que no amaneciera.
Son las siete y treinta y siete
en las manecillas de una gran esfera.

En aquel momento:
Todo se rompió, sueños y miradas.
Sueños que dormidos ya nunca despiertan.
Todo se ha roto sin darnos; ni siquiera cuenta.
Ojos que no miran, ojos que dormidos
jamás nunca sueñan.

Hay flores ajadas, rotas sus macetas.
Jardines pisados los hay por doquier.

Todo se rompió en aquella hora,
en aquella fecha, en aquellos trenes,
que nunca llegaron. Que nunca llegaron,
jamás a su hora.

El Pozo, Santa Justa y también Atocha,
se llenaron de llantos de ilusiones rotas.
Se llenaron para siempre,
de flores, mensajes, de luces de velas.
Se llenaron para siempre, de almas
y de corazones con penas eternas...
Se llenaron para siempre de dolor y pena.

Quedaron vacíos de ganas de vivir;
almas inocentes de gentes sencillas.
De tantas y tantas, tantas personas inocentes, buenas…

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