A LA FONTANILLA DEL
MARCHANTE
Fontana que te recreas
en tu trono situada,
protegida por almendros,
pitas de hojas muy largas,
cañaveras en los arroyos
y chumberas en las cárcavas.
Fontana del Marchante,
ayer triste y apenada,
hoy risueña y orgullosa
muestras a todos tu agua.
Fontanilla, ayer te mostrabas
abatida y desolada,
mientras paciente esperabas,
que por tu caño cayese
una lágrima de agua.
Gota a gota, lentamente
tu paciencia se agotaba.
Hoy alegre fontanilla,
tú muy orgullosa y ufana,
le ofreces tu agua abundante,
cristalina, fresca, diáfana…
Esa agua cantarina,
nueva, risueña y clara.
Agua alegre, brisa fresca,
abundante y juguetona.
Agua tú;
que borboteando canta.
¡Ay! fontanilla, fontana;
ayer casi te ocultabas
para esconder tu vergüenza,
para que nadie mirara,
hacia ti;
con esa mirada lánguida,
esa mirada de pena y lastima.
Fontana ayer seca, casi estéril,
solo manabas una lágrima.
Hoy has cambiado
tu timidez y vergüenza,
por altivez descarada
y te muestras;
ante cualquier caminante;
orgullosa, desafiante,
arrogante e insolente
y un poco desvergonzada.
Recuerda humilde
y casi imberbe fontana,
que ayer eras tú apenas
un ojo que lagrimeaba,
y si hoy muestras,
en abundancia tú agua,
no es por méritos propios,
es por las lluvias pasadas.
Se humilde humanitaria,
compasiva con quien pasa
y ofrece al caminante
esa agua bienhechora
que alegre y despreocupada
en tu fuente mana y canta.
Para limpiar su sudor,
para mojar su garganta,
que es de bien agradecida
compartir con el que pasa,
aquello que uno tiene
y más si es; en abundancia.
Fontanilla del Marchante
ayer triste,
hoy, tan alegre, tan bella y tan ufana.
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