AQUELLAS
NAVIDADES
Se nos fue.
Una vez más se ha marchado
tal como vino se fue la Navidad.
Esa Navidad que llega, la Navidad,
que trae, felicidad para algunos
y nostalgia y depresión para todos los demás.
¿Dónde? Quedaron aquellas,
mis navidades austeras,
mis navidades sinceras,
mis lejanas navidades
en la casa familiar
de mi más temprana edad.
Recuerdo los villancicos cantados,
los belenes colocados sus figuritas de barro
que
nosotros las hicimos,
las cocimos, las pintamos.
Aquel portal levantado con el corcho
arrancado de los viejos alcornoques,
aquel musgo recogido en la umbría del bosque,
aquel
río simulado con las tapas de las latas de sardinas, aquel…
Recuerdo que en torno a nuestra mesa
de las cenas de las fiestas se sentaba la familia
y bebían y comían y cantaban
y a veces; también hasta discutían
y con todo aquel jaleo, con toda aquella algarabía,
se olvidaban por un día
las miserias padecidas de aquellos años oscuros
de la España de posguerra llena de hambre y miseria y
represión añadida.
Y llegaba, la noche tan esperada por los niños, noche de la
Epifanía en la que siempre decían que tres magos vendrían y regalos no
traerían.
Nuestros “calzados” lustrábamos. Mejor dicho, de barro los
descargábamos para que los Reyes buenos nuestros regalos dejaran en los
calzados expuestos muy cerca de una alacena.
Por la mañana temprano corríamos despavorido en busca de
los regalos que los Reyes habían traído.
Nunca jamás, nunca jamás acertaron con los regalos que en la
carta, bien habíamos reseñamos.
En el mejor de los casos, una naranja lustrosa que de oro
parecía, unas nueces apetitosas que con higos pasos hacíamos "una
boda" que tan rica nos sabia, una perra “gorda o chica” que en barquillo
convertíamos y si el año era bueno quizás la famosa anguila, que a mí
nunca me llegó y si me toco envidiar aquel, aquel que ante mí, con deleite
y alevosía, ante mí se relamió.
Otra festividad de Reyes noche de ilusión y día de decepción.
A pasar de todo aquello añoro las navidades austeras en la
casa familiar aquellas mesas vacías de marisco y de champan, aquellos belenes
hechos en un rincón del hogar, sus figuritas de barro, su corcho sin trabajar,
que los hemos cambiado por un árbol, que es muchas veces un engendro; un
engendro traido de otras tierras, traido de ultramar.
Y a pesar de todo, Navidad es Navidad
y si ahora se ha marchado no tardara en tornar.
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