... UNA PALOMA.
Era un día frío y además llovía
las nubes del cielo el cielo cubrían
y en esa mañana mucho frío hacía.
Caminaba yo por la estrecha calle
bajo los aleros y los soportales
con ello intentaba librarme
del llanto constante de mil y un canales.
La mañana fría llovía y llovía
en la callejuela la encontré tendida
junto a la acera ella se moría.
Intente salvarla más nada podía
yo hacer ya por ella, estaba herida,
muy herida.
Aquella paloma que hace un instante
tenía una vida y ahora está ella,
en la callejuela tendida sobre adoquines
muerta, muerta, muerta.
Yo me preguntaba qué mal padecía,
ya que su plumaje perfecto tenía.
Le pregunté a la callejuela si ella sabía
el por qué murió el ave que yacía
en la calle muerta sin tener heridas.
Me dijo la calle, que ella no sabía
que solo la había visto viniendo volando,
como si estuviese del mundo escapando.
Le pregunté al aire si él conocía
el mal de aquella paloma
que delante de mí muerta ella yacía.
El aire me dijo que murió de amor
que murió de pena, murió de dolor,
por incomprendida, por un desamor.
Aquella paloma que tanto quería
muy sola murió.
El aire me dijo que le preguntase
a la luna, luna que todo lo sabe.
Me senté en la calle frente a mi paloma
y espere paciente a que esa luna,
la luna viniera.
Mi paloma y yo paciente esperamos
aquel el sol se fuera buscando el ocaso.
La luna llegó puntual a su hora
y yo le pregunté si sabía la vida de aquella
paloma,
que frente a mí tenía yaciendo muy quieta
sobre adoquines de la callejuela.
La luna me dijo que aquella paloma
era muy feliz en la calle aquella.
Que tenía su nido debajo unas tejas
y que su palomo era la envidia
de la callejuela.
Y también me dijo que un día llegó a la callejuela
una palomita muy linda y coqueta
que revolucionó la vida en ella.
Mientras mi paloma criaba a sus dos polluelos
su lindo palomo estaba de cortejo.
La paloma cebo a sus dos palomos
y cuando pudieron levantaron el vuelo.
Buscó la paloma a su palomo
y lo encontró en un nido extraño y ajeno.
La paloma erró buscando consuelo
y murió de pena y de desamor
cayendo al suelo
en una mañana del frío invierno
en que frío hacia
la lluvia caía y las negras nubes
cubrían el cielo.
La lluvia seria el llanto de pena
que en el triste entierro presente estaría.
Cogí la paloma con mimo y con tiento
y la di descanso bajo un almendro
que sus flores blancas se estaban abriendo.
Aquella paloma que murió de amor
en la callejuela en la que vivió,
murió sin un ¡Ay! murió sin un quejo,
aquella paloma murió triste y sola
y nadie la vio. Sus últimas palabras
nadie las escuchó.
Fueron para su amado a quien perdonó.
La triste paloma, murió por amor.
1 comentario:
Hola, mi querido amigo:
¡Esta poesía esta preciosa!
¡Es perfecta!
Si, se puede morir de amor. Si, se puede morir de tristeza.
A veces, la esperanza muere y la vida se vuelve oscura y triste. Pero cuando la esperanza revive, la luz de la ilusión renace.
Un abrazo, de tu amiga Eva
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