6 feb 2015

LA MUERTE DE ...

... UNA PALOMA.

Era un día frío y además llovía 
las nubes del cielo el cielo cubrían 
y en esa mañana mucho frío hacía.

Caminaba yo por la estrecha calle 
bajo los aleros y los soportales 
con ello intentaba librarme 
del llanto constante de mil y un canales.

La mañana fría llovía y llovía 
en la callejuela la encontré tendida 
junto a la acera ella se moría. 
Intente salvarla más nada podía
yo hacer ya por ella, estaba herida, 
muy herida.

Aquella paloma que hace un instante 
tenía una vida y ahora está ella, 
en la callejuela tendida sobre adoquines 
muerta, muerta, muerta.

Yo me preguntaba qué mal padecía, 
ya que su plumaje perfecto tenía.

Le pregunté a la callejuela si ella sabía 
el por qué murió el ave que yacía 
en la calle muerta sin tener heridas.
Me dijo la calle, que ella no sabía 
que solo la había visto viniendo volando, 
como si estuviese del mundo escapando.

Le pregunté al aire si él conocía 
el mal de aquella paloma 
que delante de mí muerta ella yacía.
El aire me dijo que murió de amor 
que murió de pena, murió de dolor, 
por incomprendida, por un desamor. 
Aquella paloma que tanto quería
muy sola murió.
El aire me dijo que le preguntase 
a la luna, luna que todo lo sabe.

Me senté en la calle frente a mi paloma 
y espere paciente a que esa luna, 
la luna viniera.

Mi paloma y yo paciente esperamos 
aquel el sol se fuera buscando el ocaso.
La luna llegó puntual a su hora 
y yo le pregunté si sabía la vida de aquella paloma, 
que frente a mí tenía yaciendo muy quieta 
sobre adoquines de la callejuela.

La luna me dijo que aquella paloma 
era muy feliz en la calle aquella.
Que tenía su nido debajo unas tejas 
y que su palomo era la envidia 
de la callejuela.
Y también me dijo que un día llegó a la callejuela
una palomita muy linda y coqueta 
que revolucionó la vida en ella.

Mientras mi paloma criaba a sus dos polluelos 
su lindo palomo estaba de cortejo.
La paloma cebo a sus dos palomos
y cuando pudieron levantaron el vuelo.

Buscó la paloma a su palomo 
y lo encontró en un nido extraño y ajeno.

La paloma erró buscando consuelo 
y murió de pena y de desamor 
cayendo al suelo 
en una mañana del frío invierno 
en que frío hacia
la lluvia caía y las negras nubes 
cubrían el cielo.
La lluvia seria el llanto de pena
que en el triste entierro presente estaría.

Cogí la paloma con mimo y con tiento 
y la di descanso bajo un almendro 
que sus flores blancas se estaban abriendo.

Aquella paloma que murió de amor 
en la callejuela en la que vivió, 
murió sin un ¡Ay! murió sin un quejo,
aquella paloma murió triste y sola 
y nadie la vio. Sus últimas palabras
nadie las escuchó. 
Fueron para su amado a quien perdonó.
La triste paloma, murió por amor.

1 comentario:

Eva Margarita Escobar Sierra dijo...

Hola, mi querido amigo:

¡Esta poesía esta preciosa!
¡Es perfecta!
Si, se puede morir de amor. Si, se puede morir de tristeza.
A veces, la esperanza muere y la vida se vuelve oscura y triste. Pero cuando la esperanza revive, la luz de la ilusión renace.
Un abrazo, de tu amiga Eva