22 feb 2015

NUBES

ME GUSTARIA SER NUBE

Miró hacia lo más alto contemplando 
un cielo azul cargado de nubes blancas 
y las veo navegar por el cielo sin parar, 
se forman y se deforman en su largo caminar.

He visto como formaban un enorme corazón 
y al momento esas nubes dibujaban
un impresionante dragón.
Al instante eran oscuras y el sol no las traspasaba, 
al momento eran etéreas, finas, suaves, delicadas.

Me pase mucho tiempo contemplando 
las nubes que suave por encima de mí pasan,
observe como se hacen jirones, 
como ellas se compactan,
como crecen y como menguan
desde los profundos valles hasta las altas montañas 
y como se desvanecen y se convierten en nada.

Me gustaría ser nube para ser; una forma no compacta 
carente de toda regla que limiten mi entelequia.
No quiero pertenecer a nadie ni a nada, 
ni ser un estorbo, ni ser una carga.
Me gustaría volar, como las nubes vuelan, 
como si nada pesara, como si nada me atara,
ser libre e inmaterial para llenar la nada.
Me gustaría posarme en lo alto de la montaña 
y atravesar la densidad de los bosques 
sin que nada lo impidiera, sin que nadie lo notara 
y llenar ese vacío sin que el vació lo sienta.
Me gustaría posarme sobre el espejo del mar
y en las noches perpetuas ocultar a las estrellas, 
y acompañar a la luna rondar las estrechas callejas.

Me gustaría poder, un día al sol nublar 
y con mis gotas de lluvia a los campos irrigar 
y hacer crecer la hierba en los áridos desiertos
y hacer cantar al arroyo que se secó en el estío 
y está muy callado y quieto.
Me gustaría hacer, de nuevo surgir la fuente 
que hace tiempo se secó y ahora es testigo ausente 
de aquel inexperto amor.
Ya la niña no acude a por agua a la fuente 
y cada tarde la espera aquel joven impaciente, 
que la espera desespera y la niña nunca llega.
La niña suspira y reza para que muy pronto llueva.

Me gustaría se nube, nube muy alta y muy blanca 
ser, ese cúmulo de algodón que nunca, nunca se acaba.

La tarde se fue marchando con el sol que se resbala, 
se va cayendo hacia el fondo oculto por nubes 
de una belleza innata.
Nubes bermejas de fuego y de sangre que se estiran y se alargan, 
nubes que acompañan al sol mientras la tarde se marcha.

¡Madre! Qué bonitas son las nubes 
que al sol siempre acompañan. 
Nubes blancas que enladrillan el cielo al despuntar las mañanas
nubes vestidas con arreboles de gala, lloran sangre y fuego
por el sol que ya se apaga.

Cuánto me hubiese gustado ser nube por las mañanas, 
nube blanca de algodón y en las tardes en el ocaso 
ser nube de fuego y sangre nubes finas y apaisadas 
que despiden al sol que se marcha hasta mañana.

La tarde se fue deslizando por el tobogán del tiempo
y volvieron hasta mí las sombras que me cubrieron.

1 comentario:

Eva Margarita Escobar Sierra dijo...

Hola Querido Amigo:

¡Esta preciosa! Ya se, que te gusta.

Te buscare en las tardes y también, en las mañanas.

Un abrazo tu amiga Eva.