ME GUSTARIA SER NUBE
Miró hacia lo más alto contemplando
un cielo azul cargado de nubes blancas
y las veo navegar por el cielo sin parar,
se forman y se deforman en su largo caminar.
He visto como formaban un enorme corazón
y al momento esas nubes dibujaban
un impresionante dragón.
Al instante eran oscuras y el sol no las
traspasaba,
al momento eran etéreas, finas, suaves, delicadas.
Me pase mucho tiempo contemplando
las nubes que suave por encima de mí pasan,
observe como se hacen jirones,
como ellas se compactan,
como crecen y como menguan
desde los profundos valles hasta las altas
montañas
y como se desvanecen y se convierten en nada.
Me gustaría ser nube para ser; una forma no
compacta
carente de toda regla que limiten mi entelequia.
No quiero pertenecer a nadie ni a nada,
ni ser un estorbo, ni ser una carga.
Me gustaría volar, como las nubes vuelan,
como si nada pesara, como si nada me atara,
ser libre e inmaterial para llenar la nada.
Me gustaría posarme en lo alto de la montaña
y atravesar la densidad de los bosques
sin que nada lo impidiera, sin que nadie lo notara
y llenar ese vacío sin que el vació lo sienta.
Me gustaría posarme sobre el espejo del mar
y en las noches perpetuas ocultar a las
estrellas,
y acompañar a la luna rondar las estrechas callejas.
Me gustaría poder, un día al sol nublar
y con mis gotas de lluvia a los campos irrigar
y hacer crecer la hierba en los áridos desiertos
y hacer cantar al arroyo que se secó en el
estío
y está muy callado y quieto.
Me gustaría hacer, de nuevo surgir la fuente
que hace tiempo se secó y ahora es testigo
ausente
de aquel inexperto
amor.
Ya la niña no acude a por agua a la fuente
y cada tarde la espera aquel joven impaciente,
que la espera desespera y
la niña nunca llega.
La niña suspira y reza para que muy pronto llueva.
Me gustaría se nube, nube muy alta y muy blanca
ser, ese cúmulo de algodón que nunca, nunca se acaba.
La tarde se fue marchando con el sol que se
resbala,
se va cayendo hacia el fondo oculto por nubes
de una
belleza innata.
Nubes bermejas de fuego y de sangre que se estiran y
se alargan,
nubes que acompañan al sol mientras la tarde se marcha.
¡Madre! Qué bonitas son las nubes
que al sol siempre acompañan.
Nubes blancas que enladrillan el cielo al despuntar las
mañanas
nubes vestidas con arreboles de gala, lloran sangre y
fuego
por el sol que ya se apaga.
Cuánto me hubiese gustado ser nube por las
mañanas,
nube blanca de algodón y en las tardes en el
ocaso
ser nube de fuego y sangre nubes finas y apaisadas
que despiden al sol que se marcha hasta mañana.
La tarde se fue deslizando por el tobogán del tiempo
y volvieron hasta mí las sombras que me cubrieron.
1 comentario:
Hola Querido Amigo:
¡Esta preciosa! Ya se, que te gusta.
Te buscare en las tardes y también, en las mañanas.
Un abrazo tu amiga Eva.
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