... A QUE TÚ VOLVIERAS.
Esperé a que la luna se fuera,
a que el sol del día el dueño se hiciera.
Esperé a que las alondras viajeras volvieran
y de nuevo volviesen a anidar y cantar
en las sementeras.
Esperé un día más a que tú despertarse
y de nuevo tus ojos abrieras
para de nuevo mirarme en tus ojos,
espejos de un argento vivo,
de azabache brillante y pulido,
en ellos me miro, en ellos te miro
en ellos yo veo la vida, la tuya y la mía
por dentro y por fuera.
Esperé sin conseguirlo a que tú
te despertase para poder mirarme
en tus ojos brillantes, brillantes,
tan negros, tan negros azabache.
Mas el sol terminó su errante jornada,
se ocultó en el Poniente lejano
donde viven los elfos y las hadas.
Mientras el sol se divierte y descansa
yo sigo esperando y soñando
con volver a mira tus ojos brillantes.
Más tú, tú una vez más hoy también,
tú te demoraste.
El ruiseñor dejo de cantar en la madrugada
y de nuevo la alondra temprana
cantó en la besana
y el sol campó por el cielo a sus anchas
y tú no llegaste quizás te quedaste
dormida en tu cama.
Esperé que volviese más tú no llegaste,
te quedaste posada trinando en tu rama.
Esperé que volvieses toda la mañana,
en vano esperé inocentemente a que tú llegaras,
quizás otros ojos miren a tus ojos,
quizás tú no existas y que yo tampoco,
quizás tan solo, tan solo tú vivas
en mis sueños locos.
Quizás sea por ello que yo no te vea
cuando estoy despierto de mis sueños,
sueños locos.
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