...DE AQUELLA FRÍA FONDA.
Me quede dormido sobre la cama,
mirando al techo de aquella habitación
vacía, que por muebles tenía
una cama desvencijada y vieja.
Era un camastro de hierro con holguras,
tan destartalado estaba
que sin parar se quejaba,
gruñendo cual un cerdo que pide su comida
cuando yo me movía
oculto entre sus sabanas.
Me quedé dormido mirando al techo
en él, una bombilla amarillenta,
cubierta de polvo y de huellas de dedos,
me daba una luz tan mortecina
que apenas si alumbraba
y daba sombras muertas
a la habitación vacía
y en ellas me ocultaba.
La noche era oscura y nada se veía
el cielo no encontrabas
mirando por la ventana a través
de los sucios cristales
que miran hacia una calle
silenciosa y vacía en esa noche fría
en la que solo escuchas
el aullar de los chacales
y el cantar de un búho
posado entre, altos rosales.
Dormido estaba yo,
más sé que yo soñaba
y en mis sueños vivía
la vida que no es la mía.
Pero también esa vida,
sé que es mi otra vida
aunque yo la viviera
en la habitación vacía y sucia
de una fonda cualquiera
de una carretera
que no lleva a ningún sitio,
ni de ningún sitio, ella llega.
En aquel camastro de la habitación vacía
me desperté temprano una mañana fría
de un invierno lejano en que la nieve caía
y yo la contemplaba con la melancolía
de aquel que está huyendo, huyendo
pretendiendo ocultarse de una vida vivida
de la que quiero yo ocultarme
pretendiendo olvidar
que un día tú me amaste.
No sé cuánto tiempo estuve
mirando por la ventana a través
de los sucios cristales que miran a la calle
mientras la nieve caía y el campo blanqueaba
y yo la contemplaba caer tan suavemente
con esa parsimonia con que la nieve cae.
La nieve caía, caía mientras en mi aumentaba
aquella melancolía que mi corazón embarga
por el amor perdido, por tu repentina marcha.
Aquella habitación desde que tú marchaste
fue y ha sido mi fría y única morada.
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