11 abr 2015

UN DÍA DE SEMENTERA.

AÑORANZAS.(Recuerdos de mi niñez)

Me acuerdo que siendo un niño, 
una mañana temprano cuando la alondra cantaba,
y el ruiseñor se había quedado dormido 
contemplando a su amada 
que en su nido estaba incubando a sus hijos.

En el cielo  el arco iris a lo lejos se mostraba,
la lluvia caía fina en la inmensa asurcada.

El río se deslizaba por la montaña abajo
y el agua camina por él cantando, 
saltando entre riscos y peñascos.

En la espesura del sotobosque la perdiz roja canta 
llamando a su compañera que en el barbecho está
buscando granos de trigo que el sembrador derramaba.

La tierra agradecida recibía el grano
que con amor protegía en su lecho acomodado.
La tierra muy esponjada por la lluvia y el arado 
del que la yunta tiraba, con paso lento y cansado.

Paso a paso, surco a surco la besana se dormía 
mientras cantaba el cuco en una encina cercana 
y volaba el estornino buscando algún insecto 
que llevarse a su pico y presentárselo a su amada
que estaba muy atareada edificando su nido.

El niño gañán que la senara araba 
entonaba una canción que su madre le enseñara.

Gañan que estas arando 
en esta infinita besana, 
echa los surcos derechos 
que también las buenas mozas 
se asoman a los barbechos. Popular.

Su madre en la cocina miraba por la ventana,
mientras el fuego ardía y el puchero cocía.
La comida, que llevaría a su hijo a la besana.

Aquella tierra esponjada por la lluvia y por el hielo
se abría lo mismo que las granadas al ser ella atravesada 
por la reja afilada en el yunque del herrero.

La besana escondida entre barbechos y sembradíos, 
entre dehesas y olivares, en los valle protegidos 
por las montañas cubiertas de tomillos y de jarales, 
de encinas y quejigos donde el águila es la reina.

La tarde se deslizaba por entre las nubes rojas 
y las montañas cercanas al sembrado daban sombra.

Por el sendero del monte una yunta caminaba,  
el gañan que va delante con la aguijada los llamas 
para que no les sorprenda la noche, 
antes de llegar a casa.

Cuando el niño dejó a los bueyes, 
con la pastura echada 
entra el muchacho en su casa 
y se sienta a la mesa pues el descanso lo llama 
después de un día de siembra 
que tiene la horas densas y las paradas escasas.

Gañán si quieres ver que la reja, 
 deje tras sí, la tierra abierta 
sigue arando y no te detengas, 
que las sementeras quieren 
jornadas largas y largas huebras.
 
El joven dormía y mientras lo hacia 
el chico soñaba con la labrantía 
de aquella senara a la que aún quedaba 
muchos surcos que hender
para quedarla sembrada.

1 comentario:

Eva Margarita Escobar Sierra dijo...

Hola mi amigo:

Me gustan tus recuerdos. Parece el tema de un cuadro de un gran pintor. Cierro los ojos y veo los sembradíos, de tu tierra. la lucha, a veces, con sus terrenos áridos y duros y luego, la fertilidad de sus cosecha.

Me gusta y mucho.

Un gran abrazo, como siempre, tu amiga, Eva