5 mar 2016

EL OLIVO DE MI PADRE...


... ES DE MIS HIJOS
¿Qué tendrá aquel olivo? 
que mi padre plantó un día
cerca el camino.
El olivo está triste, sus hojas amarillas 
a mí me dicen. 
El olivo no ríe, sus ramas 
que hoy miran hacia el suelo,
eso me dicen.

Ese olivo añoso con cicatrices 
que vive en el camino 
que va a la fuente, es lo que dice.

La fuente Alegré, 
cristalinas tiene sus aguas 
frescas y alegres. 
La fuente canta a los berros 
que a sus pies crecen. 
Verdes son los berros, verdes muy verdes,
dan color a sus aguas, aguas de nieve.

Ese olivo que mi padre un día plantó 
del un hijo que cortó de un buen olivo,
y el tocón arraigó con mucho brío.
En dos primaveras empezó 
a dar, a dar sus frutos. 
Unas orondas aceitunas con mucho brillo 
y repletas de aceite, que es oro líquido.

Hace días que pasó por el camino 
que va hacía la fuente Alegre 
cerca del olivo.
Hoy sus hojas están tristes 
no tienen brillo
y sus frutos aún verdes, hoy están marchitos.

Yo le riego y le arreglo con mucho mimo 
con agua de la fuente para que fulgure,
y recorto sus ramas que están muy triste
pero el olivo, mi olivo ya no revive.

Mi olivo está triste, no sé qué tiene, 
ni las aves canoras lo entretienen.

Una tarde de otoño en que los cielos 
amenazan caerse, caerse al suelo, 
una lanza de luz le dio de pleno 
y el olivo cayó muriendo al suelo.

Hace años que se fue,
se fue aquel olivo
y en su lugar nació un nuevo hijo.
Ese nuevo olivo está muy alegre, 
sus ramas miran hacia el cielo fuertes y verdes,
sus hojas están tersas, negros sus frutos
y por ellos corre el oro bruto.

Ese olivo que un día plantó mi padre
es ahora mi olivo y mañana será; 
será el olivo, de mis dos hijos.

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