7 mar 2016

EL VIEJITO DE LA...

...TERRAZA.

Desde mi ventana observo 
en su terraza sentado, 
día a día, rato a rato 
a un viejito sobre su carro, 
con su manta en sus piernas
y bajo ella sus manos,
su vista en el horizonte
y su cabeza inquieta.

Sus brazos cruzados 
sobre su cuerpo, 
sus manos temblorosas 
agarran la manta 
que cubre sus piernas 
apáticas e indolentes
que ya no le obedecen.

Él quisiera con esas manos 
temblorosas, arrugadas, 
torpes fustigar el tiempo 
para que pase sin detenerse.
Sus ojos tristes y hundidos 
mirando siempre al frente, 
ya solo son un recuerdo
de aquellos ojos tan negros,
vivos y alegres y enormes.

Su mirada perdida en el vacío 
de aquel vasto horizonte que se extiende 
delante de la atalaya de aquel 
viejo guerrero que solo muere.
Él pasa las horas del día en su terraza 
donde el tiempo no corre y se detiene, 
con nadie él habla, 
ya nadie a visitarlo viene,
pasa las horas mirando y mirando;
piensa, llora, recuerda y duerme.

Cada mañana el mismo ritual. 
El viejo está en su terraza
mirando siempre de frente al horizonte 
donde la tierra y cielo están inertes.

Él siempre ve la misma estampa 
el mismo campo, el mismo cielo, 
las mismas nubes que van pasando, 
solo tan solo va cambiando las estaciones
que van mudando ese paisaje 
que frente a él tiene. 
Pasa el tiempo, va tan despacio 
que él no sabe; 
si está quieto o va pasando.

Escucha en el silencio 
a un ruiseñor cantar alegre 
posado en el limonero 
que frutos tiene.
Un gorrión viene y va 
con cortos vuelos, 
de la terraza a un rosal 
y del rosal a su agujero 
donde guarda él su nido
y en él cria sus polluelos.

Mira al horizonte sin pestañeo 
y en su cabeza uno tras otro 
van desfilando viejos recuerdos 
que poco a poco va olvidando. 
Él ya no tiene, no tiene sueños
solo desea que el lento tiempo,
corra y corra, galope presto.

La tarde cae muy lentamente, 
el horizonte se torna escarlata 
y las nubes que al sol cubren 
con él se caen, con él se marchan.
Se escucha graznar las grajas 
en el olmo viejo de la plaza.
La tarde se va cayendo.

En el silencio se escuchan pasos, 
chillar unas ruedas al rodar, 
se mueve el suelo ante sus ojos.
Ojos cansados, tristes algo en ellos 
veo yo brillar. 
No dice nada, tan solo, solo
él, se deja llevar.

Mañana quizás de nuevo 
el viejo vuelva a mirar su cielo.
tal vez de nuevo quizás le cante,
el ruiseñor del limonero.
Tal vez mañana, galope el tiempo
pase corriendo y él solo sea,
solo tan solo, un buen recuerdo.

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