Desde mi
ventana observo
en su terraza
sentado,
día a día, rato
a rato
a un viejito
sobre su carro,
con su manta en
sus piernas
y bajo ella sus
manos,
su vista en el
horizonte
y su cabeza inquieta.
Sus brazos
cruzados
sobre su
cuerpo,
sus manos
temblorosas
agarran la
manta
que cubre sus
piernas
apáticas e
indolentes
que ya no le
obedecen.
Él quisiera con
esas manos
temblorosas,
arrugadas,
torpes fustigar
el tiempo
para que pase
sin detenerse.
Sus ojos
tristes y hundidos
mirando siempre
al frente,
ya solo son un
recuerdo
de aquellos
ojos tan negros,
vivos y alegres
y enormes.
Su mirada
perdida en el vacío
de aquel vasto
horizonte que se extiende
delante de la
atalaya de aquel
viejo guerrero
que solo muere.
Él pasa las
horas del día en su terraza
donde el tiempo
no corre y se detiene,
con nadie él
habla,
ya nadie a visitarlo
viene,
pasa las horas
mirando y mirando;
piensa, llora, recuerda
y duerme.
Cada mañana el
mismo ritual.
El viejo está
en su terraza
mirando siempre
de frente al horizonte
donde la tierra
y cielo están inertes.
Él siempre ve
la misma estampa
el mismo campo,
el mismo cielo,
las mismas
nubes que van pasando,
solo tan solo
va cambiando las estaciones
que van mudando
ese paisaje
que frente a él
tiene.
Pasa el tiempo,
va tan despacio
que él no
sabe;
si está quieto
o va pasando.
Escucha en el
silencio
a un ruiseñor
cantar alegre
posado en el
limonero
que frutos
tiene.
Un gorrión
viene y va
con cortos
vuelos,
de la terraza a
un rosal
y del rosal a
su agujero
donde guarda él su nido
y en él cria sus
polluelos.
Mira al
horizonte sin pestañeo
y en su cabeza
uno tras otro
van desfilando viejos recuerdos
que poco a poco va olvidando.
van desfilando viejos recuerdos
que poco a poco va olvidando.
Él ya no tiene,
no tiene sueños
solo desea que
el lento tiempo,
corra y corra, galope presto.
corra y corra, galope presto.
La tarde cae
muy lentamente,
el horizonte se torna escarlata
y las nubes
que al sol cubren
con él se caen, con él se
marchan.
Se escucha
graznar las grajas
en el olmo viejo de la plaza.
La tarde se va cayendo.
En el silencio se escuchan pasos,
chillar unas ruedas al rodar,
se mueve el
suelo ante sus ojos.
Ojos cansados, tristes algo en ellos
veo yo brillar.
No dice nada,
tan solo, solo
él, se deja llevar.
Mañana quizás
de nuevo
el viejo vuelva
a mirar su cielo.
tal vez de
nuevo quizás le cante,
el ruiseñor del
limonero.
Tal vez mañana,
galope el tiempo
pase corriendo y
él solo sea,
solo tan solo,
un buen recuerdo.
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