EN UNA DURA JORNADA.
Sentía
deslizarse las gotas de lluvia
casi
heladas,
surcaban muy
deprisa mi arrugada cara,
mis ropas,
sin un remordimiento
la lluvia
empapaba.
Un viento
traicionero mi paraguas volteaba
y yo con
mucho esfuerzo apenas si avanzaba,
por ese
laberinto que son tus explanadas.
Tus caminos
eran hoy, de piedra que resbala,
de barro que
salpica y entorpece la marcha,
de charcas
donde el agua se estanca y se para.
Eran más que
senderos, eran;
unas
terribles trampas para caer al suelo.
En aquel, tu
laberinto de piedras, de rocas,
de torcas y
de trampas, apenas,
por causa de
la lluvia y el viento
si yo me
orientaba.
Tú Aramotz,
tú; que casi eres mi casa.
La lluvia
impenitente nos asaeteaba
y un viento
irreverente
con su
látigo de hielo impávido azotaba
nuestros
cuerpos mojados
y sus
fuerzas restaba.
El frio
penetraba por la ropa mojada
y hacia más difícil
el que yo caminara.
Y tú Aramotz
tan bello y enigmático a la vez
hoy eras una
trampa, que no queríamos ver.
Caminábamos
despacio, mirando al suelo
en cada
pisada, buscando el sendero
que apenas
se notaba,
la lluvia,
el viento, la niebla tus caminos borraban.
Macizo de
Aramotz tu belleza es innata,
la muestras
orgulloso al que por ti ya pasa,
pero en el
día de ayer a nos, la ocultabas.
Tampoco
disfrutamos de la olla de Galdara,
ni vimos las
infinitas cumbres
que a ti te
hacen la guardia,
la niebla y
las nubes todo ello ocultaba.
Con nuestros
cuerpos mojados,
las ropas
empapadas,
el barro
hasta en los ojos
dejamos tu
morada y bajamos el valle
donde la
niebla es alta y te decimos adiós
hasta otra
jornada.
Macizo de
Aramotz ayer eras una trampa,
cuando en ti
es todo, belleza y misterio,
poesía y
palabras.
Todo en ti
es belleza, tus mil y una estampas.
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