VALLE DEL
AMBROZ.
Nunca te
podre olvidar
aunque yo
muy lejos muera.
Tú eres,
mi hogar, mi jardín,
mi
olivar, mi quimera...
Tú eres
mi vida entera.
Como cada
año hoy
yo he
vuelto a mi tierra,
a mi
pueblo y a mi casa.
Esa casa
que tantos,
tantos,
recuerdos
encierra.
Hoy he
vuelto a recorrer
yo tus
calles,
alumbrada
por estrella y farolas,
a
contemplar las canales
que
desconsoladas lloran.
Y ver en
las puertas de tus casas
durmiendo
perros que sueñan.
Una
estampa extremeña,
para mí,
casi olvidada.
Hoy, he
vuelto a Extremadura
mi dulce
tierra, añorada.
Me costó
reconocerte,
con tus
anchas carreteras,
con tus
grandes avenidas,
con tus
plazas, tus escuelas,
tus
jardines, tus dehesas,
tus
olivares
y sin
arar encontré, muchas,
muchas de
tus ricas tierras.
Extremadura
que linda eres,
que rica,
si bien te quisieran.
Una
mañana, temprano,
fui a
contemplar tu aurora,
y vi los
rayos de sol
asomarse
tras las peñas
del pico
El Pinajarro
que sus
nieves son perpetuas.
Vi las
nubes escarlatas
que tu
cielo enlosaban,
vi las
aves que volaban
del
dormidero a la sierra
y a las
cercanas dehesas.
¡Qué
bonito!
¡Qué
bonito! amanece en mi tierra.
Me senté
sobre una roca
y me puse
a contemplarte.
todo lo
que me rodea.
A lo
lejos y al frente,
está la
Sierra de Hervas
con sus
nieves, sus castaños,
sus
cerezos, su belleza.
Hervas
con su judería,
con su
Cristo de la Salud,
sus
jardines y alamedas.
El puerto
de Honduras
te lleva
allende la sierra.
El
Salugral escondido es
otras de
sus muchas bellezas.
Baños de
Motemayor,
que
escondido tú me quedas,
solo
contemplo los riscos
de tu
abrupta sierra.
Aldenueva
del Camino,
ayer
dividida en dos
y hoy con
una a ti te sobra.
Eras tú,
de la Vía de la Plata
localidad
muy puntera,
tú, mucha
historia encierras.
Gargantilla
en la ladera,
estás, en
la subida a la sierra,
tus
cerezos florecidos realzan
tu innata
belleza
y tus
gargantas y arroyos
riegan
tus escasas tierras.
Segura de
Toro.
Toro al
que le dieron la vuelta
buscando
en él un tesoro
y tu
tesoro es tu sierra.
Segura de
Toro, que bien,
que bien,
tú te conservas.
Casas del
Monte eres
de todas
las poblaciones
la más
joven, la más tierna.
También
te encuentras tendida
en la mitad
de la sierra.
Miro
hacia mi izquierda
y
contemplo el camino tortuoso,
hoy
humilde carretera
y al
monte de Las Barreras,
el Coto
Pedrería, Las Casas del Cid,
carretera
a Granadilla,
las
ruinas que Convento antes fueran,
La Zarza
de Granadilla,
La Granja
está más cerca.
Y junto a
mí está el río
que
siempre lleva agua fresca.
Agua de
nieve y de sierra.
En él yo
me he bañado,
aunque
prohibido me hubieran.
El río
Ambroz, es mi río,
es mi
amigo y confidente,
él sabe
de mí, secretos.
Secretos,
que a nadie
cuento y
que nadie los conoce.
Observo
tus olivares,
que, en
su formación perfecta,
montan la
guardia al Palacio
del
Duque, condes y reinas.
Las
cigüeñas a la torre,
la dan su
aire y su gracia
forman
parte del paisaje
y cuando
no están, se extrañan.
Y esas
enormes moles de granito
mal
trabajadas y bastas
sin
argamasa unidas
mantienen
en pie la torre
que
sostiene de la iglesia
sus dos
enormes campanas.
El puente
romano ayuda
a la
cañada real
para que
pase el ganado
en su
justo trashumar.
Qué
bonito es mi pueblo,
qué
belleza bien guardada,
qué
desconocida eres
Extremadura
de España.
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