9 abr 2016

EXTREMADURA OLVIDADA.

VALLE DEL AMBROZ.
Nunca te podre olvidar 
aunque yo muy lejos muera.
Tú eres, mi hogar, mi jardín, 
mi olivar, mi quimera...
Tú eres mi vida entera.

Como cada año hoy 
yo he vuelto a mi tierra,
a mi pueblo y a mi casa.
Esa casa que tantos, 
tantos, 
recuerdos encierra.

Hoy he vuelto a recorrer
yo tus calles, 
alumbrada por estrella y farolas,
a contemplar las canales 
que desconsoladas lloran.
Y ver en las puertas de tus casas 
durmiendo perros que sueñan.
Una estampa extremeña, 
para mí, casi olvidada.

Hoy, he vuelto a Extremadura 
mi dulce tierra, añorada.

Me costó reconocerte,
con tus anchas carreteras,
con tus grandes avenidas,
con tus plazas, tus escuelas,
tus jardines, tus dehesas, 
tus olivares 
y sin arar encontré, muchas, 
muchas de tus ricas tierras. 

Extremadura que linda eres,
que rica, si bien te quisieran.

Una mañana, temprano,
fui a contemplar tu aurora,
y vi los rayos de sol 
asomarse tras las peñas 
del pico El Pinajarro 
que sus nieves son perpetuas.

Vi las nubes escarlatas 
que tu cielo enlosaban,
vi las aves que volaban
del dormidero a la sierra 
y a las cercanas dehesas.

¡Qué bonito! 
¡Qué bonito! amanece en mi tierra.

Me senté sobre una roca 
y me puse a contemplarte. 
Para poder admirar 
todo lo que me rodea.

A lo lejos y al frente, 
está la Sierra de Hervas 
con sus nieves, sus castaños, 
sus cerezos, su belleza. 
Hervas con su judería,
con su Cristo de la Salud, 
sus jardines y alamedas. 
El puerto de Honduras
te lleva allende la sierra. 
El Salugral escondido es
otras de sus muchas bellezas.

Baños de Motemayor, 
que escondido tú me quedas, 
solo contemplo los riscos 
de tu abrupta sierra.

Aldenueva del Camino, 
ayer dividida en dos 
y hoy con una a ti te sobra.
Eras tú, de la Vía de la Plata 
localidad muy puntera, 
tú, mucha historia encierras.

Gargantilla en la ladera,
estás, en la subida a la sierra, 
tus cerezos florecidos realzan 
tu innata belleza 
y tus gargantas y arroyos 
riegan tus escasas tierras.

Segura de Toro. 
Toro al que le dieron la vuelta 
buscando en él un tesoro 
y tu tesoro es tu sierra. 
Segura de Toro, que bien, 
que bien, tú te conservas.

Casas del Monte eres 
de todas las poblaciones 
la más joven, la más tierna.
También te encuentras tendida 
en la mitad de la sierra.

Miro hacia mi izquierda 
y contemplo el camino tortuoso, 
hoy humilde carretera 
que sube a Lagunilla 
y al monte de Las Barreras, 
el Coto Pedrería, Las Casas del Cid, 
carretera a Granadilla, 
las ruinas que Convento antes fueran, 
La Zarza de Granadilla, 
La Granja está más cerca.

Y junto a mí está el río 
que siempre lleva agua fresca. 
Agua de nieve y de sierra.

En él yo me he bañado,
aunque prohibido me hubieran.
El río Ambroz, es mi río,
es mi amigo y confidente,
él sabe de mí, secretos.
Secretos, que a nadie 
cuento y que nadie los conoce.

Observo tus olivares,
que, en su formación perfecta, 
montan la guardia al Palacio 
del Duque, condes y reinas.

Las cigüeñas a la torre,
la dan su aire y su gracia
forman parte del paisaje
y cuando no están, se extrañan.

Y esas enormes moles de granito 
mal trabajadas y bastas 
sin argamasa unidas
mantienen en pie la torre
que sostiene de la iglesia
sus dos enormes campanas.

El puente romano ayuda
a la cañada real
para que pase el ganado
en su justo trashumar.

Qué bonito es mi pueblo,
qué belleza bien guardada,
qué desconocida eres 
Extremadura de España.


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