...EL CAMINANTE.
He recorrido los caminos
que yo mucho he caminado
y he dormido en lugares
en que mi cuerpo cansado
nunca jamás ha soñado.
He buscado en el espacio
donde dejar mi cansancio,
donde apagar mi sed,
donde mi hambre saciar
y hablar con otros amigos
que tengan necesidad.
He conocido a mucha gente
por los caminos andando
y lo que en ellos buscaba
a fe que yo lo he encontrado.
Lo encontré en cada cruce
por
donde he caminado,
en cada paso que he dado,
en cada lugar humilde
en el que he encontrado,
acogida y cariño,
un sitio para
sentarme,
un rincón donde poder colocar
mi delgado esterillo,
mi cabeza reposara
y dormirme
como un niño.
Buscaba yo la aventura,
de saber hacia dónde yo andaba
y esa duda y esa incógnita,
de caminar con dirección
a la nada.
En este y otros caminos
la primavera ya andaba,
y la primavera es;
una muchacha mundana,
frívola y casquivana
que se burla, del que
por los caminos vaga.
La primavera a un tiempo
nos querías, nos protegía,
nos acariciaba con suavidad
y cariño,
nuestros cuerpos doloridos
de caminantes cansados,
de jóvenes enamorados,
de soñadores ilusionados
que andan por los caminos
sin conocer sus destinos.
Caminantes que van buscando
primaveras plenas, plenas
que recorran los caminos,
de
pueblo en pueblo,
de campo en campo,
de monte en monte,
de dehesa en dehesa.
La primavera nos acariciaba
con la ternura de una madre,
que a su bebe acaricia,
y otras veces nos castiga,
cual madrastra
que a sus hijos repudia.
La primavera es;
es una mujer
ardiente,
es cariñosa y es cándida
y al momento ella se torna
en la mujer despechada,
que nuestros cuerpos azota
con el látigo del viento,
con la lluvia en la cara,
con el barro del camino
ella nuestros pies
lastraba,
con el frío y el calor
la primavera mundana
nos cubre de fuego y llagas.
Primavera, tierna, melosa,
cariñosa y mundana,
tú nos muestras un paisaje,
de verdor exuberante,
con un sin fin de colores,
blancos, azules, amarillos,
y encarnados, tornasoles.
Tú nos muestras un cielo
limpio
de nubes y en él pones tú los soles
y en las cumbres, en las más
altas
a ellas, con nieve cubre.
Caprichosa primavera,
que a la vuelta del camino
tú nos recibes, con viento,
lluvia, barro y granizo
y al verdor de tus campos
con manto negro lo cubres.
Las flores de mil colores,
se cierran con sus corolas,
los cielos se vuelven negros,
las montañas se evaporan
y el camino se hace largo,
los lugares se demoran
y el caminante cansado
arrastra melancolías y
penas
por donde vuelan alondras
y se pierden los caminos,
en las cerradas revueltas.
Primavera eres tú a la vez;
amiga y protectora,
enemiga y vengadora
de los pobres peregrinos,
que confían en ti señora,
y tú te vuelves mundana,
caprichosa
y pecadora
en los campos, en los caminos
por
donde tú te asomas,
tú juegas y te escondes,
retozas,
te enredas, te diviertes
y siempre lo haces a deshora.
Eres tú; la primavera errante
que recorres los caminos
con sufridos peregrinos,
que sueñan con un destino,
que no está en ninguna parte.
Eres tú; la primavera
que llega tarde si llega,
que saludas y se aleja
y nunca tú, en ese lugar te quedas.
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