Mi ciudad es gris,
la tristeza vive en ella.
Ese es el ambiente que siente
el que mora en ella.
La tristeza es parte de sus
calles,
sus plazas, parques, calles, alamedas.
Mi ciudad está gris, está triste y
espera.
Mi ciudad es
una ciudad poco aduladora.
Las nubes,
las nieblas
corren por sus calles,
las brumas se enredan
en las ramas de los
sicomoros
que limitan asfaltos y aceras.
Sus aceras
se visten
con gotas de lluvias
que todo lo impregnan.
El asfalto adquiere
brillo de charol
y en él se
reflejan,
altos rascacielos,
teatros, la opera,
luces de semáforos,
gente que se alejan.
Mi ciudad
está gris
y en sus
callejuelas
las casas se acercan
unas a las otras,
balcones y
ventanas
se dan la mano, se tocan.
La noche se
acerca,
la tarde ya se desmorona
las nubes parecen más densas.
Las calles
se visten con sombras
de pálidas luces de viejas farolas.
La noche es muy
triste
en esta ciudad que parece
o se hace la muerta.
Tras las
ventanas
se adivinan luces
y tras los visillos
se mueven las sombras.
Por las ventanas salen;
música y canciones,
murmullos y voces,
concursos de las teles
novelas
de otras emisoras.
El reloj de
la torre
de una cercana iglesia
dio diez campanadas
y otras diez
sin mucha demora.
Las calles, la lluvia las mojas,
los coches se envuelven
en un halo de gotas de agua
cuando se alejan.
En una solitaria plaza
los bancos vacíos están,
quietas, muy quietas sus palmeras,
en el kiosco de
la música
duermen las palomas.
Por la acera
de un bulevar
camina despacio una pareja
no se les ve la cara bajo su paraguas
se paran, se miran, se
besan
y caminando, se alejan, se alejan.
Mi ciudad está quieta
y parece muerta.
Mi ciudad es
una ciudad gris
y en días de lluvia vive en ella
la melancolía, la pena, la tristeza...
Pero es mi ciudad y la quiero
y vivo yo,
en ella.
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