17 ene 2017

LA OSCURIDAD

DE LA NOCHE.
La oscuridad de la noche 
envolvía a los amantes 
de la solitaria calle 
por donde yo paseaba. 
Eran solo dos siluetas 
que juntos, sin agarrarse 
de las manos 
por mi calle paseaban.

Una con el pelo corto 
con sombrero y con capa
otra, con su melena larga
con rebeca y con falda. 

En la cabellera de oro 
la tenue brisa de la noche 
en ella se columpiaba.

La luna cruzó la calle 
y al descubrir los fantasmas,
pasó, caminando de puntillas 
para que no ser delatada.

Aquellas sombras ocultas
por la oscuridad cerrada
estaban hablandose de amores, 
de amores que se inician
y de amores que se acaban. 

Amores que están muriendo 
porque ya nadie los habla, 
porque ya nadie los acaricia, 
porque nadie con ellos soñaba.

Las piedras de las paredes 
su conversación escuchaba.

Él hablaba de otro amor,
ella ya no lo escuchaba,
entre sollozos decía 
que lo amaba, que lo amaba.
Entre sollozos pedía, 
más que pedir, le rogaba
que cumpliese sus promesas, 
promesas, que él hace días
ya olvidara.

La luna volvió a pasar 
y se detuvo a escuchar 
el llanto de aquella joven 
que el amor se le escapaba.

Era ya la madrugada 
cuando él le dijo adiós:
Adiós, María lo siento,
te ruego que me perdones,
y que me olvides mañana. 
Quizás ese dís encuentres
a la persona soñada
que sepa hacerte feliz, 
del amanecer al alba.

La noche pasa deprisa 
cuando el amor es quien manda.
Las noches son casi eternas 
cuando el amor se nos marcha.

La luna se fue calle abajo 
dejando tras sí a la joven
que las sombras ocultaban, 
y en un portal de la calle 
sus sollozos se escuchaban.

La luna no volvió  
a pasar por esa calle,
la luna quiso, que la joven
en penumbra se encontrará.

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