Cada día
recorro mis caminos,
si, aquellos
nuestros senderos.
Esos que un día
tú y yo
los recorrimos
juntos,
unidos, aunque desde
lejos
caminamos muy
unidos
los rectos
senderos que son;
los diáfanos y
paralelos renglones
de
los mudos cuadernos.
Quizás la limpia y tersa
pantalla
de nuestros
ordenadores
donde cada día
escribimos
nuestros
humildes versos.
(Al menos los
míos son; humildes.
Tan solo eso)
En ellos, en
los versos
siempre
encontraremos
algo que no es
nuestro,
algo que es
tuyo y es mío,
que es mío y a
la vez nuestro,
que es del otro,
al fin y al cabo,
todos son;
son nuestros
recuerdos.
Mis manos se
deslizan sobre
las letras del
piano negro
y con cada
toque uno tras otro
letra a letra formo las
palabras
que en hileras firmes
escriben mis versos.
Con versos en
haces,
se forman estrofas
y al final
poemas,
y quizás sin yo pretenderlo
en ellos divulgo mis
sueños.
Siempre que
intento escribir,
yo solo
pretendo
plasmar en mis
versos
tan solo mis
sueños.
Nunca es mi intención
y jamás pretendo
cambiar el
mundo.
Ese no es mi
sueño.
Los sueños y recuerdos
son nuestro
bagaje
y en ellos tienen cabida
lo malo y lo
bueno.
Mis sueños son míos,
también mis
recuerdos
los unos y
otros es todo;
todo, lo que yo poseo.
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