A
modo de introducción:
Todo el mundo sabe que a mí me gusta mucho
caminar, que he hollado infinitos senderos y caminos unos conocidos y otros no tanto, he incluso he caminado por donde nunca hubo camino ni sendero
por todos los rincones de España. Que los Caminos de Santiago no tienen ningún
secreto para mí. (Sí, en plural, Los Caminos).
Muchos amigos y conocidos que me han acompañado
en alguna de mis correrías, calzan sus pies con sofisticados y caros calzados con mil y una virtud
específicas para cada situación y camino. Yo, hace muchos años decidí comprarme
siempre un calzado cómodo, ligero y lo más importante barato que no me doliese
el desprenderme de él una vez cumplida su misión. Que me doliese sí el desprenderme
de él, por lo bien y cómodo que hubiesen calzado mis pies en el tiempo de su
utilización.
Una de las razones de esta decisión es porque,
las suelas de los calzados que duran mucho, se vuelven dura (yo digo que se
acristalan) y pierden el agarre sobre el suelo y resbalan produciendo más de
una caída tanto en los suelos duros de piedra y roca, como en los suelos de
graba suelta.
Hasta ahora, siempre he tenido suerte con este
tipo de calzado y siempre, cuando ya no pueden dar un paso más y tengo que
desprenderme de él me resisto, hasta que ya me es imposible seguir con
ellos en mis pies.
Ahora me he desprendido de un par de zapatillas que han
caminado conmigo muchos, muchos kilómetros de sendero y caminos y nunca he tenido una
sola rozadura, ampolla o dolor en mis pies.
JUNTOS.
Juntos, hemos
conocido lugares
que jamás han
existido
en los mapas ni en
los libros.
Hemos hollamos
caminos
que han sido tuyos
y míos,
porque solo
caminábamos
con la vista en el
horizonte
que se encontraba
perdido,
en los páramos
desabrigos,
en esos valles tan
verdes
y en los montes
tan perdidos.
Juntos, hemos
caminado a solas
en noches de
plenilunios,
pernoctamos en
hoteles
por mil estrellas
elegidos
en noches de
agosto y julio
y en los días de
tormentas
en que los caminos
son ríos,
siempre fuimos
adelante,
nunca fui jamás
vencido
si vos venias
conmigo.
Caminamos de la
mano
por esos largos
caminos
que llegan alguna
parte
que nunca saber
quisimos,
pues no era
nuestra meta
quedarnos en
ningún sitio,
aunque gustarnos
hubiera.
Nuestra meta
siempre fue,
seguir, seguir
caminando
hasta el final del
camino,
y mirar hacia
adelante
para encontrar
otro camino
que llegase alguna
parte.
Orgulloso me
sentía
de que vinieseis
conmigo,
de que fueseis una
parte de mí,
en el más amplio
sentido
y en las noches
que dormimos
bajo un cielo de
estrellas,
alumbrados,
por esa luna tan
bella,
tú fuiste mi
cabezal
donde posé mi
cabeza
para así poder
soñar
con ese mundo
final
donde todos los
caminos,
tuviesen sus
caminantes
y cada uno un
destino
que le llevase al
final
de su Camino,
ese camino;
ese camino;
que está en alguna
parte.
Una vez más;
tuvimos que
separarnos
yo seguí por mi
camino tú;
ya habías
encontrado tu destino.
Quizás, tal vez nos
encontremos
otra vez en el
Camino.
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