SIN DECIR ADIÓS SE FUE.
Una tarde gris de primavera
sentado en la quilla de una barca
que varada en la arena esperaba.
Esperaba una mar más bonancible
que a ella permitiera cortar las olas,
cazar la brisa de la mar,
jugar con la espuma de las olas
que acaricia la barca al navegar.
Estaba yo sentado en su quilla,
mientras contemplaba el volar
de una gaviota
que para mí me era conocida
y me recordaba a aquella que un día
se posó en mi ventana estando herida.
Estaba yo sentado en la quilla
de una barca que varada
que en la orilla de la playa esperaba
que la mar bravía se calmara.
La gaviota volaba, gritaba
y de vez en cuando se posaba
en la palmera que bailaba
con la brisa de la mar
que traía entre sus alas
fuertes olas.
No supe, ni quise reconocerla,
no quise yo llamarla por si era,
pero estoy seguro que ella era,
la gaviota herida que un día
se posó en mi ventana y la curé,
la alimenté
y cuando estuvo restablecida,
se fue sin decirme un adiós
y en mí dejó ella una herida
que nunca de sangrar dejó.
La playa estaba vacía,
el mar estaba furioso,
la barca en la arena varada
al cielo muestra su quilla
y la palmera bailaba
con la brisa, con la brisa baila.
El sol se adentraba
en las entrañas del mar,
la oscuridad se hacía dueña
de aquel vasto arenal,
la gaviota seguía volando
y gritando a la vez,
mas yo no la hice caso
y al final ella se fue.
Se fue volando hacia mar
para nunca más volver.
Sangrando sigue mi herida,
por la gaviota herida
que un día yo curé
y ella sin más un día se fue
y en mí se abrió esta herida
que llevo en mi corazón
y soporto yo el dolor
de aquella no despedida,
que en mi corazón dejó
aquella gaviota herida
que a mi ventana un día
ella herida llegó y un día
sin decir adiós marchóquizás buscando otra vida.
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