...AL BORDE DEL CAMINO.
El roble seco al borde del camino
ya no da sombra,
en él no cría ya el jilguero
y se ausento de él la ágil comadreja
aquella que tenía su cuartel
escondido en una rama hueca.
escondido en una rama hueca.
Al roble lo recuerdo,
con su frondosa copa,
con su sombra tupida
que refrescó mis siestas
y me libro del pedrisco
y fuertes aguaceros
de más de una tormenta.
Al roble viejo al borde del camino
acudían los niños de la escuela
en tardes de merienda
y bajo su sombra hacían
sus alegres y entretenidos juegos
y sus sencillas fiestas.
El roble les mostraba
su tronco hermoso y recio
y ufano se jactaba
de su noble presencia.
Su tronco les mostraba
lleno de cicatrices
lleno de cicatrices
y de heridas viejas,
que un día hace ya muchos años
el hacha, su enemiga a él
le infringiera.
El roble les mostraba
sus elevadas ramas
que al cielo elevaban
plegarias de los árboles
a sus deidades
cualquiera que ellas fueran.
Era en aquel entonces,
el roble paraíso de las aves
del campo
que en él hacían sus nidos
ocultos en su floresta.
Aún se pueden ver
en su tronco ya seco
corazones grabados
atravesados de flechas,
recuerdos,
de jóvenes enamorados
que a su sombra un día
amores se juraron.
La fuente que su sombra protegía
para que su agua manase fresca.
La fuente se secó cuando el roble murió.
Dicen los viejos del lugar
que se secó de pena y de amor
de tanto, tanto llorar.
He vuelto triste a casa,
el roble del borde del camino
ha muerto,
la fuente ya está seca,
ya no tengo; a quien decir adiós
cuando marche de nuevo
hacia lejanas tierras.
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