EL VIEJO MALECÓN.
En
el malecón del puerto
donde
alumbra un viejo farol
que
refleja su luz amarillenta
en
la mar que es novia del malecón.
A
lo lejos se escucha la música
del
triste lamento de un acordeón.
En
las noches quietas en sus grandes rocas
duermen
gaviotas esperando al sol.
La
noche es tranquila, serena, muy quieta
la
música lejana del acordeón
suena
con desgana desgarrando las notas
de
una canción muy triste de amor.
Las
parejas pasean del brazo
por
el solitario paseo de el malecón.
Mientras
el mar lo besa una vez y otra
con
mucha ternura, pasión y ardor.
Los
jóvenes se abrazan se besa en la boca
y
con mucho mimo acarician los pétalos
de
una linda flor.
En
el malecón al que el mar se lanza
una
vez y otra con tanto ardor
duermen
muy inquietas blancas gaviotas
posadas
en sus grandes rocas
esperando
al sol.
Gaviotas
que vienen de puertos lejanos
siguiendo
los barcos que vieron un día zarpar
diciendo
adiós a lejanos puertos
y a
viejos faroles
de otros malecones,
de
un lejano mar.
Miran
hacia el mar con esa mirada
del
que tanto añora lo que dejo atrás.
El
viejo farol del malecón sigue reflejando
su
luz amarillenta, su tibio calor
en
un mar tranquilo que una vez y otra
besa
el rostro pétreo de su duro amor.
La
gaviota triste levanto su vuelo
cruzo
el resplandor de la luz del cielo
y,
del viejo farol.
El
quedó muy solo en su malecón.
Los
enamorados también
se marcharon
con
la luz del sol.
A
lo lejos se escucha la música del acordeón
que
llora las notas muy tristes, muy tristes,
de
una canción de un desamor.
El
mar una vez y otra se abraza
al
duro e impasible viejo
malecón.
Amor
imposible, no hay pasión,
no
hay chispa, ni tampoco ardor.
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