...QUE EL PUERTO DEJÓ
La luna se paseó por la playa
y no vio estrella alguna,
ni olas que las crearan
a chocar con roca dura
y transformarse en espuma.
La luna se paseó por la playa
era una noche muy oscura
y ella, entre las más densas nubes
buscó la blanca y cándida espuma
pero nunca la encontró,
el mar estaba dormido
y esa noche no soñó.
La luna no te encontró,
tú estabas muy escondida
acurrucada en la palma
de una cocotera altiva
que estaba, quieta y tarda,
pues elle estaba dormida.
La luna se va marchando,
pues su hora se aproxima
y el mar se va despertando,
se desperezan sus olas
y con ellas sus espumas
que estaban muy dormida
en brazos de posidonias
y caracolas escondidas.
A ti, te despertó
la claridad de la aurora,
y la música de las olas
que en las orillas rompían.
Mas tú, suspicaz y soñadora
aún buscabas a la luna
en los penachos de espumas
de las más altas olas.
La luna, tu luna ya se marchó
cuando se acercó la aurora
llorando va entre las nubes
por encontrarse muy sola.
Y, cuando se alejaba escuchó
la letra de una copla
que un marinero cantaba
subido, en lo alto de la cofa
de ese barco velero
que va recortando olas
y lleva rumbo certero
impulsado por las brisas
de un viento que es;
bonancible y sincero
que, en vez, de rugir sonríe.
“… gaviota no estés triste
porque recoja mi ancla,
porque aproe y enfile
a la angosta bocana
del puerto que queda
solo y tan triste.
Gaviota escucha lo que
te digo.
Tú nunca serás mí gaviota,
ni yo tu barco velero,
que yo tengo en otro
puerto,
en un puerto extranjero,
mi gaviota querida.
Gaviota de mis sueños
la que cura mis heridas,
la que remienda mis
velas
en la que busco
consuelo,
y pasa las noches en
vela
cuando no estoy en su
puerto.
Gaviota no estés triste
que un día encontraras
tu velero…
Y el mar siguió con sus sueños,
y el velero se hizo a lo lejos
más pequeño y sus velas
se perdieron
donde el mar se hace cielo
y el cielo se vuelve mar.
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