De Almadén partimos
con una aurora mojada,
llovía suavemente y la lluvia
a la dehesa realzaba.
Las alondras ya cantaban
en los sembrados al alba,
el ruiseñor en su nido
hacía tiempo que ya callara.
El camino en las dehesas
sube y baja de las lomas
a los valles.
Los cortijos ya despiertan,
las vacas mugen, los cerdos gruñen,
las ovejas balan mirando a las nubes.
Al Real de la Jara entramos,
con nuestras ropas mojadas
y un café muy calentito
nos alegra la jornada.
Decimos adiós a Sevilla,
la andaluza dama,
la ufana y bonita,
Sevilla gitana.
En Badajoz entramos,
nos recibe Extremadura
estrechándonos las manos.
La calzada es cómoda y ancha,
atrás quedaron las dehesas
con sus paredes muy altas,
con sus vacas y sus piaras.
Al cruzar el Culebrín
el camino se
eleva
para entrar en monesterio
dónde la Virgen de Tentudía
nos espera.
Monesterio, calle larga
que por la izquierda dejamos
abandonando tu casa
caminamos muy ufanos.
Entre callejas de piedras
que encierran la fértil dehesa
camina, el camino un tramo
y luego el horizonte se abre
y se abre a los sembrados,
atrás se queda la dehesa
y al cielo se abre al campo,
las besanas son eternas,
y los barbechos muy amplios.
Y al fondo, en lo más alto
al fondo en el horizonte,
Fuente de Canto, de canto.
Ciudad donde vio la luz
el gran pintor Zurbarán.
Y antes su casa cruzamos
antes de Fuente dejar.
Calzadilla de los Barros
con su iglesia almenada,
encomienda que lo fue
de la Orden de Santiago.
Los viñedos y el cereal,
van ocupando sus campos
y pasando el arroyo Hondo
el camino, se va elevando.
Cañadas, cordeles,
caminos agropecuarios
se muestran a nuestro paso.
La Puebla de Sancho Pérez
se hace presente en el llano.
Zafra nos abre sus puertas,
su parador del Duque de Feria,
su plaza porticada con su vara,
Casa del Ajimez,
iglesia de la
Candelaria,
su ayuntamiento
y su torre solitaria.
Torre de San Francisco,
nos dice adiós, adiós
cuando abandonamos Zafra.
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