Frío hace frío,
y aún el día no se muestra
el Monte de los Santos tan
es solo es una sombra.
Santos de Maimona
en este momento despierta,
cuando los cuatro entramos
después de bajar la cuesta
y sus calles atravesamos
para pisar, dura tierra.
La Calzada es llana y cómoda,
camina entre corrales y huertas
y luego en el baldío hace su entrada
y aún el camino sueña.
Los olivares y viñedos
al camino acompañan
y le acercan muy despacio
hasta llegar a Villafranca.
El camino cruza vías,
carretera y autovía,
la calzada se desvia
y por un ancho camino
entra muy solo en la Villa.
La Virgen Coronada
está presente en su templo.
Ella es la Reina del contorno.
Ella es su más preciado tesoro.
El camino tras de sí deja
a Villafranca y se adentra
entre viñedos,
con las cepas bien cuidadas,
a la izquierda Almendralejo
y al frente Torremejia.
Torremejia a recibirnos sale
y nos da la bienvenida,
en el contemplamos
el palacio de la villa
que en su fachada tiene
laudas y estatuas romanas
con argamasa adheridas.
El camino sigue el trazado
de la carretera y la autovía
y se hace duro, monótono y largo
y a lo lejos alquerías que van
al camino contemplando.
¡Por fin!
El camino se olvida de la carretera
y camina por los campos de pan
con suelo de arena y de piedras
no muy cómodos de andar.
Se nos muestra la Emérita Augusta
y el Guadiana cercano
su puente romano con sus 60 ojos
parece un gusano.
Cruzamos el puente romano,
la alcazaba mora y la capitolina loba
nos saludan a los cuatros
antes de entrar en Mérida.
Mérida, su anfiteatro, su arco
Trajano,
su templo romano, su acueducto
el de los milagros, su, su…
Todo en Mérida es un regalo.
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