NOSTALGIAS DE LA ESTACIÓN.
Cerré tras de mí la puerta,
la cerré con rabia y fuerza
y tras de mí yo dejé, mi
pasado
encerrado en aquella tristeza
para alimentar la tierra.
Cerré tras de mí la puerta
y yo lo hice llorando.
Pues tras la puerta cerrada
dejé yo en ese mi cuarto,
todo aquello por lo que yo,
tanto había luchado,
tanto lo que me había costado
y mis sueños no logrados.
Por la calle solitaria solo,
solo se escuchan mis pasos
y los ladridos lejanos
de los perros que guardan
en el redil el ganado.
En un olivo muy viejo
con su tronco horadado
por heridas de los años
ululaba un solitario cárabo.
La luna, mi vieja amiga
me venía acompañando
con su cara compungida
a mí me mira llorando.
Mi pueblo se va alejando,
entre olivares verdes
y encinas en el secano
sus caseríos ocultando.
Mi pueblo está dormido
cuando me voy alejando,
mi pueblo,
aún se encuentra soñando.
En la estación solitaria
que huele a un humo extraño
yo miro hacia lo lejos
donde las paralelas se unen
por donde llega el espanto.
Yo, continúo esperando,
ese tren viejo, estridente
que se muestra muy cansado,
que llega siempre atrasado.
El tren siempre entra bufando.
Llegó el tren bufando
cual caballo desbocado,
entró el tren asustando
a los que le están esperando.
Entró el tren y parecía cansado.
Mi pueblo se queda atrás
y al verme marchar,
él se quedó,
como una madre llorando.
No se escuchó ni un adiós
ni el andén se vio,
un pañuelo agitado.
El tren, con su monótono ruido
se va alejando, alejando.
Pueblo
mío, tierra mía
con
vosotros sigo yo,
sigo
cada día soñando.
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