22 nov 2018

ADIOS

NOSTALGIAS DE LA ESTACIÓN.
Cerré tras de mí la puerta,
la cerré con rabia y fuerza
y tras de mí yo dejé, mi pasado 
encerrado en aquella tristeza
para alimentar la tierra.

Cerré tras de mí la puerta 
y yo lo hice llorando. 
Pues tras la puerta cerrada 
dejé yo en ese mi cuarto, 
todo aquello por lo que yo,
tanto había luchado, 
tanto lo que me había costado
y mis sueños no logrados.

Por la calle solitaria solo,
solo se escuchan mis pasos 
y los ladridos lejanos 
de los perros que guardan 
en el redil el ganado.
En un olivo muy viejo 
con su tronco horadado 
por heridas de los años 
ululaba un solitario cárabo.

La luna, mi vieja amiga 
me venía acompañando
con su cara compungida 
a mí me mira llorando.

Mi pueblo se va alejando, 
entre olivares verdes 
y encinas en el secano 
sus caseríos ocultando.
Mi pueblo está dormido 
cuando me voy alejando, 
mi pueblo,
aún se encuentra soñando.

En la estación solitaria 
que huele a un humo extraño 
yo miro hacia lo lejos 
donde las paralelas se unen
por donde llega el espanto. 
Yo, continúo esperando, 
ese tren viejo, estridente 
que se muestra muy cansado, 
que llega siempre atrasado.
El tren siempre entra bufando.

Llegó el tren bufando 
cual caballo desbocado, 
entró el tren asustando 
a los que le están esperando. 
Entró el tren y parecía cansado.

Mi pueblo se queda atrás 
y al verme marchar, 
él se quedó, 
como una madre llorando.
No se escuchó ni un adiós 
ni el andén se vio,
un pañuelo agitado.

El tren, con su monótono ruido 
se va alejando, alejando.

Pueblo mío, tierra mía 
con vosotros sigo yo,
sigo cada día soñando.

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